Querido Albino,
Me permitirás que me dirija a ti como lo hago, y no como señor Cardenal o Su Santidad; incluso me estoy permitiendo también el lujo de tutearte. Esto se debe a la cercanía que he experimentado al leer tu fantástico compendio de virtudes cristianas como es el genial libro Ilustrísimos señores.
Tendrías que haber visto lo que he llegado a disfrutar leyendo tu libro, carta por carta, línea por línea, palabra por palabra, encontrando exquisitos detalles que hacen imaginar tu gran corazón. No sé si alguien te ha escrito como tú hiciste. Después de leer el libro me he propuesto hacerlo.
Creo que no imaginarías como está la situación ahora mism aborto, terrorismo, eutanasia, inmoralidad creciente, desempleo, corrupción a todos los niveles, tráficos de drogas, prostitución, deformación y manipulación de la educación, promiscuidad sexual con el consiguiente hastío y desengaño de aquellos que lo padecen. Se ha dicho siempre que el hombre es el motor de la historia yo me atrevo a afirmar que el hombre es el asesino de la historia.
Supongo que tus batallas serían importantes, y sé que eres un gran modelo a imitar. ¡Cuánta falta harían sacerdotes tan entregados como tú! La mies es mucha pero son pocos los obrerosDesde mi punto de vista de joven católico de 22 años, con un mínimo de nobles aspiraciones, puedo decirte que es necesario conquistar a la juventud, pues cada vez es más acérrimo el ataque contra ella, es más encarnizada la lucha.
Tendrías que contemplar el amanecer de un sábado cualquiera en cualquier lugar: chicos, chicas que caminan o se tambalean, errantes, repletos de vaciedad, después de haber disfrutado durante toda la noche. ¿Disfrutado? Creo que puedo gritar a los cuatro vientos un rotundo y enérgico no.
También yo he pasado mis deslices, y te aseguro, Albino, que la vuelta a casa tras la loca noche, se asemeja al asco y a la repulsa que produciría a un galgo, morder la liebre de serrín que es perseguida en la carrera. Tal vez no las primeras veces Se prepara a la juventud para evitar el compromiso, la seriedad, para huir de toda virtud Se espera con ansia la llegada de otro fin de semana más, para gozar con falsa alegría.
¡Si conocieran la felicidad que ser profundamente cristiano conlleva! Pero no te voy a engañar. No la he conocido aún, por que estando el espíritu pronto, la carne domina y me debilita. Sin embargo, me hallo en el umbral: no me encuentro tan bien acompañado como junto al Sagrario, y la alegría siempre está presente.
Muchos me dicen que soy un reprimido, un carca, y me cuentan las lindezas de eso que ellos llaman erróneamente felicidadpero no sonríen, y tampoco la han conocido aún. No tienen donde asir su voluntad. No saben que sólo Dios da la felicidad.
Tú sí que lo sabías. Antes, podrías haberlo dudado. Ahora vives junto a Él. Y tú, has escrito tu propia página en la Historia. No por tu brevísimo pontificado, si no por tu lucha por el bien, por el bien que hiciste y propagaste, con alegría y con ingenio, con humildad y con verdad. Y yo te lo agradezco. Todo lo que he recibido debo darlo a mis hermanosno pueden perderse tan buenos vasallos sin conocer al buen Señor.
Pues esta es mi primera misiva, Albino. Ni corta ni larga, tal vez poco enjundiosa, pero prometo corregirme a fin de hacerme más inteligible. Gracias de corazón.
Francisco Javier Domínguez López
williamwallace88@hotmail.com