Reprochaba yo al grupo católico de origen mexicano Yunque -que naturalmente no existe- el que hubiera interpuesto una querella contra otro católico -López Luengos- por atreverse a elaborar un informe -que en un principio le fue solicitado por un obispo- sobre la sociedad secreta Yunque, que no existe, si ustedes recuerdan.

De inmediato, me llegó el correspondiente burofax, ese instrumento de leguleyos, la carta de rectificación de Ignacio Arsuaga, fundador y líder de Hazteoir. Ateniéndonos al curiosísimo proceso de judicialización de la verdad, la misiva me amenaza con acciones legales y, por si no quedaba claro, me llega remitida por Pérez Roldán, viejo abogado de otra firma Yunque (que no puede ser Yunque, porque Yunque no existe) como es Tomás Moro. Roldán es viejo compañero de fatigas en la causa Fernando Ferrín, el juez masacrado por el sistema judicial y en la que algo colaboró Hispanidad. Pero es igual. Al parecer, Yunque, que no existe, exige a sus miembros que judicialicen la verdad, tendencia que sólo admite un mandamiento, cuya formulación constituye, al mismo tiempo, su refutación: "No todo lo que es verdad es demostrable". A los juzgados no les importa la verdad, sino la verdad demostrable. Por eso el inocente siempre parece culpable: no puede demostrar lo que no ha hecho. Quiero decir que la verdad jurídica poco tiene que ver con la verdad, y que un cristiano no debe aferrarse a lo demostrable porque, de entrada, Dios no es demostrable (menuda porquería de Dios sería si así fuera).

Un principio, por otro lado, muy cristiano, muy racional… y pleno de sentido común.

Me fastidia ver mentir a personas que están realizando, en otros campos, por ejemplo, en defensa de la vida y la familia, tantas cosas estupendas. He hablado muy pocas veces de Yunque y sólo cuando su secretismo me ha sacado de quicio. Por ejemplo ahora, al llevar al banquillo a otros cristianos, por decir lo que todos sabemos pero Ignacio Arsuaga niega.

Y al contemplar su reacción… el asunto me preocupa más. A lo mejor ha llegado el momento de prestar más atención a los obsesos anti-Yunque, que también los hay. Sólo diré esto: corre el peligro -no dejen de releer la carta de rectificación- de que la judicialización de la verdad les lleve a concluir -hablo de los miembros de Yunque, sociedad inexistente- que el fin justifica los medios. Pero mejor que Maquiavelo lo de Yunque lo explica Chesterton, cuando alude al cambio de algunos bien pensantes, quienes acaban concluyendo que no se trata de convertir a los buenos en triunfadores sino de convertir a los triunfadores en buenos.

Y, al parecer, no es lo mismo.

Eulogio López

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