10-12 años atrás, cuando comenzó a hablarse de liberalización energética en la Unión Europea, cada país adoptó su estrategia. Liberalizar, lo que se dice liberalizar, la gasera Ruhrgas sólo el Reino Unido, un país que no quiere tener el monopolio de ningún sector, sino el monopolio de los capitales que mueven todos los sectores. Los demás se prepararon. Ejemplo: Italia potenció sus dos monstruos estatales, la petrolera ENI y la eléctrica ENEL, Alemania se lanzó al juego de crear grandes monstruos empresariales y por ello creó E.ON y RWE y a la primera la regaló buena parte de la red que allí no precisaban de enagases y reesas. Como alguien le preguntara al responsable de E.ON-Net: ¿Si le llama el ministro federal de Energía por un lado y el presidente de E.ON por el otro, ¿a quién atiende primero? Respuesta: al que diga mi secretaria. En cualquier caso, Berlín forjó mega-compañías imposibles de opar, que era de lo que se trataba. El caso más singular es el de Francia, que decidió hacer lo mismo que Alemania sólo que con empresas estatales: fusionó Total y ELF, y cuando la italiana ENEL quiso hacerse con la casi-privada Suez, los responsables de esta compañía, junto a los de la estatal, Gaz de France fueron llamados al despacho oficial correspondiente y se les ordenó fusionarse, por el artículo 33, esto es, sin rechistar y en 24 horas.   Y un detalle fundamental: como ya hemos recordado en Hispanidad, el ‘lobby' francés en Bruselas se encargó que la Comisión -esa que persigue con especial entusiasmo a España y Polonia, sus víctimas predilectas-, admitió que la sugerencia francesa de que no podría haber discriminación entre empresas públicas y privadas. La caradura gala alcanzaba en el cenit. Otra vez el verdugo que se convertía en víctima: Francia ni liberalizaba ni privatizaba, y encima exigía la igualdad de los desiguales: EDF podría comprar cualquier empresa, pero nadie le pondría comprar a ella.     Por eso, en 2008, cuando ZP vende como un gran logro la interconexión eléctrica entre España y Francia, los entendidos no saben si reír o llorar: interconexión significa que Francia colonizará España con una energía barata, la nuclear, frente a una energía subvencionada y carísima, como es la eólica y, sobre todo, la solar. Es como un combate de boxeo con Francia donde el púgil español llevará una mano atada a la espalda. Pero España es diferente. Y aunque no se lo crean, esta vez no fue una pifia de nuestro mister Bean, por aquel entonces  sino consecuencia del majestuoso liberalismo ratista: privatizamos, liberalizamos -salvo los precios, claro- y prohibimos que Endesa e Iberdrola se fusionaran en una sola. Hubo incluso quien, como el Santander, llegaron a promover una fusión Endesa-Fenosa-Cepsa y otra Repsol-Iberdrola-Fenosa. Pues bien, Rato se negó a todo: ‘pa' liberal, el oriundo de Gijón. Naturalmente, Bruselas no cejó hasta que España abandonó su último escudo: la acción de oro. Ahora estamos desarmados. Ya sabemos cómo acaba la historia: Hidrocantábrico para los portugueses -que no permiten a Iberdrola entrar en su EDP-, Endesa en manos del Gobierno italiano -gracias a la espléndida gestión del Ejecutivo socialista-, y con un espléndido ZP que le regala a Sarkozy la entrada de la zorra, EDF, en el gallinero de Iberdrola y sin pararle los pies a Suez, cuando pretendía enseñorearse de Gas Natural. Mejor la risa tonta y el llanto compulsivo. Y ahora, señor Sebastián: ¿Cómo va usted a enderezar el entuerto? Eulogio López eulogio@hispanidad.com