Pues bien, dado que mi teoría de amar a Cristo y odiar a los católicos, que somos unos pelmas no ha sido aceptada por el Magisterio (lamentable error) la única solución posible es que, con cristiana generosidad, ambos púgiles pacten el mutuo abandono del combate y proponga a un tercero, no quemado en el envite y que, de paso, pueda reconciliar a ambos bandos. Porque gane uno u otro el 5 de febrero, la ACdP no puede estar más dividida y el futuro se presenta de color de hormiga.
Por contra, si ambos ceden y promueven un tercer hombre, se podría otear el horizonte con más esperanza. Porque no se trata de profesionalizar la ACdP sino de des-profesionalizarla, es decir, de cristianizarla más. Usted ya me entienden.
Eulogio López