Lo del Frob es de escándalo. En otoño de 2008 todos los países se lanzaron como locos a salvar a sus sistemas financieros. La caída de Lehman provocó una sensación de pánico y todos los Estados abrieron sus compuertas. Primero ayudas, luego inyecciones de capital, después nacionalizaciones. Lo que hiciera falta con tal de evitar las imágenes de los ciudadanos retirando sus fondos. Si la gente deja de creer en el sistema financiero, en el dinero, nos hundimos todos.
España tomó algunas medidas, pero mucho menos drásticas que en nuestro entorno: se elevó de 20.000 a 100.000 el fondo de garantía de depósitos, se avaló las emisiones de las entidades y el BCE abrió sus compuertas, también en las emisiones a largo. La hemorragia se frenó. Mientras tanto, el Gobierno presumía que mientras que otros países habían puesto ingentes cantidades de dinero público para salvar sus sistemas financieros, España podía dar lecciones de solidez y robustez del sistema. El mismo MAFO llegó a afirmar en febrero de 2009 que en España, nada.
Y claro, en España todo. A los pocos días se interviene CCM. Y la situación de las cajas enladrilladas hasta las orejas exige un plan de salvamento. La mentira sobre la salud de nuestro sistema, retrasa las medidas. El PP propone una reforma de la Ley de Cajas previa. Andalucía y Cataluña, la vetan. Y así es como se aprueba un Frob manguerazo. Con ciertas prisas porque Bruselas advierte que el proceso de reestructuración del sistema financiero europeo debe quedar cerrado en primavera. Y es aquí donde vuelve a aparecer la chapuza gubernamental. No sabe si optar por un modelo rígido y universal o flexible e individualizado. La opción por el mixto y la ausencia de interlocución política hace que se retrasen las cosas.
Al final, Bruselas sigue afirmando que no ha recibido la propuesta de Madrid. Una excusa para que sea el siguiente, Almunia, quien resuelva la reestructuración de las cajas españolas. Y Salgado, a verlas venir.