Segunda parte del largometraje dirigido por Steven Soderbergh sobre Ernesto Che Guevara. Como sucedía en la primera entrega, Che, El argentino, vuelve a mitificarse la figura de este héroe de la revolución cubana...
Pero hay una clara diferencia entre ambas películas. Che, El argentino incidía más en el apartado personal del Che, por tanto era más emotiva y menos fría. Mientras que este segundo capítulo se limita a narrar lineal y pormenorizadamente los últimos días de este guerrillero en Bolivia, país al que acudió con el objetivo de poner en marcha una revolución similar a la de Cuba.
Soderbergh vuelve a demostrar que sabe filmar, que es un buen director de actores (los españoles que aparecen en el reparto están supercorrectos, incluso Jordi Mollá) pero que, al igual que ocurría en la primera parte, se ha enamorado del personaje y ha hecho una película muy tendenciosa, ayudando a mitificar (aún más) la figura de un hombre que tuvo más sombras que luces en su comportamiento tanto en la revolución cubana como en la boliviana. Y a ello contribuye, entre otras cosas, a que en el guión se ha basado en El diario bolivariano, escrito por el propio Che quien, lógicamente, se muestra muy benevolente con los acontecimientos en los que sus hombres, y él mismo, intervinieron en Bolivia. A destacar (lo cortés no quita lo valiente) la excelente actuación de Benicio del Toro que aporta credibilidad a su personaje hasta límites insospechados
Para: Los que vieron la primera parte, Che, El argentino y no les rechinó el mensaje maniqueo por la buena factura de la película