El sector textil europeo está seriamente tocado. La deslocalización es un hecho y hay expertos que comienzan a formular la teoría de que la industria textil no es viable en países desarrollados. Es decir, en países con legislación laboral. El caso de Inditex es paradigmático : ya no queda ni una sola fábrica de la compañía en España. Los talleres han sido trasladados a Marruecos y China, países con protección laboral tendente a cero.
El modelo consiste en fabricar en los BRICs (Brasil, Rusia, India o China) y vender en Occidente. Y lo más destacable: la brutal diferencia de costes de producción no se traslada al cliente porque la fuerza de la marca es tal que el cliente final está dispuesto a aportar una importantísima plusvalía de las compañías deslocalizadas que duplican sus ratios y cifras gracias a la explotación laboral.
Y mientras tanto, el textil europeo sufre una crisis de muerte. En el primer trimestre de este año, China comercializó en España 19 millones de pantalones. Sí, han leído bien: 19 millones de pantalones en un trimestre. El volumen da muestra de la capacidad de penetración del textil chino. Y en general de producción china que destroza mercados a base de negar los mínimos derechos laborales y sobre una cultura laboral de trabajar hasta reventar por el bien del país. El gigante amarillo no se está despertando. Está dando sus primeros mordiscos. Y no nos olvidemos de que sigue siendo un régimen comunista, con desfile militar el Primero de Mayo incluido.
Todo un peligro público que -sin embargo- Occidente se encarga de alimentar de manera irresponsable. Porque el régimen castrista tiene el final marcado por el efecto biológico, pero China amenaza el bienestar occidental destrozando literalmente mercados y generando un paro difícil de remontar.