España hasta hace bien poco ha sido, y en menor medida lo sigue siendo, el lugar donde más y mejores cuidados se les han dispensado a los loros.
Esta afirmación se sustenta en que últimamente se oye con inusitada frecuencia la consabida frase: "es el chocolate del loro". Por tanto no es descabellado deducir que ingente cantidad de aves prensoras han sido alimentadas con ingentes cantidades de chocolate.
En estos momentos en que las escuálidas vacas están ocupando todos los ámbitos de la economía, los dispensadores del chocolate, aferrándose al principio de la consabida frase, se piensan muy mucho a qué loros hay que retirarle la apreciada golosina. Mientras sí o mientras no, los loros siguen engordando con tan suculenta y nutritiva gollería.
Al tiempo que sucede lo anteriormente descrito, a través de negrísimos nubarrones, vemos abalanzarse ansiosos, hambrientos e implacables numerosos buitres sobre los incautos, famélicos e indefensos pavos.
Manuel Villena Lázaro