Sr. Director:

Mucho se ha escrito sobre la expresión usada por el gobierno de Zapatero en relación con las civilizaciones o las culturas: el modo de evitar un choque es establecer una alianza. Ahora bien, aunque todos coinciden en criticar la ligereza del slogan (no se resuelve un problema simplemente oponiendo expresiones) a la hora de ofrecer soluciones o propuestas esos todos se vuelven pocos o ninguno. Y es que para proponer soluciones se requiere una visión de conjunto y para ello es necesario un gran esfuerzo.

En primer lugar hay que notar que se trata de un tema vital: no tratamos con abstracciones ni las respuestas estarán exentas de consecuencias. Mientras unos atacan al Papa por su discurso en Ratisbona y otros lo defienden, resulta que una monja es asesinada y algunos templos cristianos son apedreados o incendiados. No se trata de estudiar en probeta las relaciones existentes entre las ideas de «cultura», «civilización» y «religión» para crear cauces de entendimiento y fomentar una paz racional, sino de establecer un verdadero cauce de diálogo y entendimiento sobre metas comunes muy concretas, puntos de referencia para el camino.

Cuando se habla de cultura se ha de poner de inmediato qué cultura, y cuando se habla de religión se ha de identificar la religión. De lo contrario, las soluciones propuestas serán siempre tinta en el papel o caracteres en el ordenador, como la famosa «Carta de la Tierra». Muy bonito pero irrealizable porque no tiene en cuenta la realidad.

Si se va a lo concreto, tampoco se puede dejar de lado lo que las doctrinas o formas de pensar la sociedad ofrecen en cada contexto cultural o religioso. Se oye decir, por ejemplo, que el Islam está pasando por su momento de «Edad Media» y que tendremos que esperar que nuestros modelos de tolerancia calen en sus sociedades para establecer relaciones más amistosas. Pero no se tiene en cuenta que el principio de autonomía de las cosas temporales está ya en la misma revelación cristiana: «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios...» Y que con sus más y sus menos se ha ido aplicando de diversas formas durante la historia del cristianismo. ¿Existe un principio tal de separación en el Corán? ¿Cuál es el modelo de sociedad ideal al que aspira un musulmán piadoso (en este caso no valdría preguntar a un musulmán no creyente...)?

Por tanto, sólo a la hora de plantear el problema del choque de civilizaciones habría que invitar a historiadores, a filósofos y, por qué no, también a teólogos a decir su parte. El Papa ha ofrecido pistas a todos ellos, pistas que comentaré brevemente a continuación.

La primera es la de la ampliación del ámbito de aplicación de la racionalidad. Lo que dicho en modo comprensible es: dado que se ha aplicado una reducción de lo que se considera razonable a lo meramente experimentable o científicamente comprobable, es hora de que volvamos a dar al entendimiento todo el panorama de aplicación que le corresponde. Parece contradictorio pero, lo que está diciendo constantemente el magisterio católico reciente es que la mejor aliada de la fe es una razón amplia, segura de sí y de sus límites reales. «La racionalidad ha dicho el Papa en su debate con Galli della Logia es un don de Europa al mundo». Este ámbito de propuestas de solución es de orden filosófico.

La segunda es la revisión crítica de todo el proceso de secularización que se ha vivido en Occidente. El Papa dejó caer esta propuesta en su debate con Habermas y parece que nadie cogió el reto. La secularización se ha unido con el secularismo debido a una «mano invisible» no muy bienintencionada que ha puesto sus dedos en el proceso. Laico, laicismo y secularism hace falta un examen crítico de estas realidades y una purificación ulterior a partir de su devenir histórico. Esta tarea o ámbito de solución corresponde principalmente a los historiadores.

La tercera es no permitir que la noción de Dios quede fuera del debate sobre el hombre y su dignidad. Si Dios es origen de todas las cosas, es un origen «racional», es una razón creadora, un Logos. Pero también es amor. Desde allí, el fundamento de la dignidad humana, de los derechos y de todo el campo abierto al diálogo entre las religiones. Aquí la tarea corresponde primordialmente al teólogo.

Si queremos ofrecer soluciones ante un posible conflicto, los caminos bien pueden ser los propuestos por el Papa Benedicto XVI.

Rodrigo Ramírez

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