Dice don Felipe González, ex presidente del Gobierno, que en España vivimos un clima "prebélico". No, no es prebélico, porque no habrá guerra alguna. De buena gana nos daríamos de tortas, eso es cierto, y la tensión acumulada está batiendo marcas, pero recuerden que los españoles de hoy somos mucho más ricos que los de 1936, y cuando uno es rico el valor más importante es la comodidad: nadie se da de garrotazos porque puede perder lo que tiene, especialmente su relajada existencia. Que si no…
Pero sí, la tensión acumulada en España no tiene parangón. Se nota en un solo punto: las dos españas, la izquierda y la derecha, la progresía y los conservadores, creyentes y relativistas, catalanes y madrileños, vascos y navarros (no tengo muy claro dónde deslindar los campos enfrentados), ni los unos ni los otros, están dispuestos a aceptar el imprescindible apriorismo de que el contrario esté actuando con rectitud de intención. Equivocado, sí, pero de buena fe. A partir de ahí, todo prejuicio tiene cabida… y toda violencia también. Esa consideración sólo lleva a un estado de ánimo: la concordia es imposible, el adversario debe ser aniquilado. Si quieren cotejar esta afirmación, no tienen más que leer un día El País y El Mundo.
González debería reparar en que ha sido "el majadero" –así le denominaba a Zapatero- quien lleva en el Gobierno cerca de tres años, y que, por tanto, alguna responsabilidad tiene en esta desconfianza radical del otro. En cualquier caso, la concreción de esa situación en la estrategia política de ZP se llama Tripartito. Es decir, aislamiento del Partido Popular (no seré yo quien sufra por ello) en nombre de una alianza interesada entre socialistas, comunistas y nacionalistas. El socio-nacionalismo.
ZP lo intentó en Cataluña, y no el salió pro el bofetón de Montilla. Lo está intentado en Euskadi, y le resulta complejo porque ETA asesinó a dos ecuatorianos en Barajas. De inmediato quisiera hacerlo en Navarra, y ha colocado a un hombre de palabra equívoca, como Fernando Puras, que hoy ha vuelto a quedar en evidencia ante los micrófonos de TVE.
Y lo cierto es que lo lógico, dado que tanto PP como PSOE afirman que España se enfrenta a "cuestiones de Estado", como el terrorismo y el separatismo, sería el bipartito, es decir, la unión entre PP y PSOE.
Y no es que uno lo desee. La verdad es que soy de los que considera que la política española daría un paso de gigante en el caso de que se hundieran tanto el PP como el PSOE, a fin de provocar un páramo de donde emergieran otras fuerzas políticas –de izquierda y de derecha, si es que esos términos continúan diciendo algo- más coherentes.
Pero que nadie se apure: tensión toda, mala uva, infinita, pero no habrá guerra, porque en los únicos valores en que creen ambos bandos es en los valores bursátiles.
Eulogio López