Sr. Director:
La política exterior española es paupérrima. La presencia de Zapatero en la Moncloa ha hecho que un país respetado en el mundo, figure hoy como una nación sin valor y de la cual no se espera nada.

La cobardía de nuestra diplomacia ofreció otro triste espectáculo con la visita de Z a Marruecos. Una vez más, el moro que trinca cuanto puede y más de la España desarrollada, humilló a más de 46 millones de personas. Mientras tanto, el inquilino monclovita agachó la cerviz, encorvó el honor y se desentendió de todo. Es lo que tenemos.

La sonrisa de Z hace menos daño al enemigo del Magreb que el enano del chiste del añorado Gila. Nuestro presi es incapaz de ganarse el respeto de ningún dirigente del mundo. Es el ejemplo de una nación que se muestra sumisa ante sus claros enemigos y que, además, no tiene interés por dejarse notar.

Z, al igual que pasaba con Franco, apuesta por la neutralidad. O sea, por la nulidad.

La banderita en ese aeropuerto de Marruecos hubiese bastado para volver a subir por la escalerilla del avión y, al llegar a la puerta para entrar en el aparato, que el moro contemplase la cara de un español enfadado que no va a olvidar la ofensa.

Sin embargo, la banderita española a Z le dice muy poco. Si le pusieran la catalana, la vasca o la gallega, a lo mejor habría exigido más respeto. Y es que nuestro presi es muy respetuoso con las minorías.

Z tiene muchas penalidades. Su cara es la viva imagen de una nación sin espíritu.

Y la banderita de toalla en el aquel aeropuerto de Marruecos sólo es la viva imagen de lo que hoy es España. Poquita cosa.

Lorenzo de Ara Rodríguez

aracipriano@hotmail.com