Grandes alharacas: una mujer, Nancy Pelosi, se convierte la primera presidenta del Congreso norteamericano. El hecho de ser mujer le exime de toda crítica, porque aquel que se atreva a abrir la boca será un furibundo machista. Razón por la cual, conviene abrirla cuanto antes.
Nancy Pelosi procede de una familia de millonarios de Baltimore, razón por la cual la chica es de lo más filántropa. Cuando eres rica por tu casa, incluso puedes permitirte generosidad, en especial si ejerces dicha generosidad como dinero público, esto es, con el dinero de los demás. Como lo suyo era vocacional, la Pelosi matrimonió con un especulador inmobiliario, asimismo multimillonario, y para entretener sus ocios se metió a feminista.
Por aquello de fastidiar, empeño bastante habitual entre las feministas, doña Nancy ha querido mantenerse dentro de la parroquia católica con el objetivo principal de poder exigir, desde dentro de la Iglesia, aborto libre, matrimonios gays y alguna otra lindeza similar. Pero insisto, no lo hace con mala intención: sólo por fastidiar. Ella no encuentra ninguna incoherencia entre la defensa de tan honestos principios y el magisterio de la Iglesia, entre otras cosas porque lo de Pelosi es una religión a la carta, un credo en el que puedes llamarte cualquier cosa y hacer lo que te venga en gana. Un credo en el que no te comprometes a nada, porque tú eres tu propio Papa, ergo puedes cambiar el compromiso a conveniencia.
Pero eso sí, sin elegir entre feminismo y Cristianismo, doctrinas radicalmente incompatibles. Por eso, dos días antes de su toma de posesión, la señora Pelosi asistió a una misa católica en la Trinity University, de la que fue alumna. Espero, por el bien de todos, y sobre todo de la salud mental pública norteamericana, que en la Iglesia estadounidense continúe la espléndida costumbre de negarle la comunión a aquellos políticos que se empeñan en denominarse católicos mientras defienden el aborto, otra aberración anticatólica y antihumana. El señor John Kerry, correligionario de la Pelosi, ya se topó con negativas cuando pretendía recibir la Sagrada Comunión tras declararse fervoroso abortista. Es una actitud de la jerarquía estadounidense que uno desearía ver reproducida en la española. Con el escándalo no se juega.
A fin de cuentas, el anterior pontífice, Juan Pablo II, lo dejó muy claro : el martirio del siglo XX es la coherencia. ¡Qué no hubiera dicho en referencia al siglo XXI!
Por lo demás, yo también estoy feliz de que una mujer haya alcanzado la tercera jerarquía política norteamericana. Pero con la Pelosi, sólo puedo alegrarme de eso. El resto es muy triste.
Eulogio López