Doña Ana Colau (en la imagen), de la Plataforma Stop Desahucios, ha presentado recurso ante el Tribunal Constitucional (TC) contra la nueva norma del Gobierno pepero que pone trabas a la banca para embargar pisos hipotecados. Curioso.

Pero, a estas alturas, el problema de doña Ada es otro. Para que no le acusen de politización, asegura Colau que no es el recurso del PSOE sino de la sociedad civil, con esa tendencia tan suya a arrogarse la representación de toda la sociedad, opuesta a los de los políticos, que sería una representación manipulada. Y es muy cierto: la representación política, por muy democrática que sea, nunca es perfecta, pero, sin duda, las urnas resultan más representativas que las manifestaciones.

Pero el problema de fondo no es eso. El problema es, como siempre, ético. Donde falla Ada Colau es en molestar a la gente en su propia casa y, sobre todo, en el mandamiento primero sobre la cuestión: las deudas hay que pagarlas.

Si una familia se ha comprometido con el banco a satisfacer una cantidad debe satisfacerla. Nadie le obligó a pedirla.

¿Y si no puede pagarlo Pues entonces, en efecto, salimos del terreno de la justicia distributiva -del Estado de Derecho, si lo prefieren- y pasamos al de la justicia más excelsa, que es la caridad. La sociedad debe ayudar a las familias desahuciadas por pérdida de empleo o por situación económica grave. Sí, debe ayudarlas, pero las ayudas, señorita Colau, se piden, no se exigen, y mucho menos, con violencia.

Eulogio López

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