Lecciones de unas elecciones: en Euskadi todo sigue igual sólo que bastante peor. De todas las encuestas pre-electorales de estos comicios, el detalle que más me sorprendió fue el de la macroencuesta del CIS: la candidata del Partido Popular, María San Gil, era menos popular que el antiguo terrorista y hoy vocero, bastante vocinglero y un punto repugnante, de Batasuna, Arnaldo Otegui. Uno puede pensar lo que quiera del PP, y personalmente albergo en mi pecho pocas cosas buenas y un montón de maldades del centro-reformismo, pero nunca situaría al canalla de Otegui por delante de una mujer que, por muy sosa que resulte, se está jugando el pellejo en un ambiente hostil. Esa evaluación de simpatías lo dice todo, lo presagia todo y en este caso todo es malo.
Un lustro atrás, allá por el siglo XX, decíamos que el problema de Vasconia era Batasuna, es decir, el independentismo radical. Luego hablamos del PNV o nacionalismo moderado, por su actitud cobardona e interesada ante los asesinatos, actitud condensada en la archifamosa frase de Arzallus: Unos menean el nogal y otros recogemos las nueces.
Pero ahora, en 2005, el problema sufre una nueva traslación: se diría que es el PSOE, que prefiere pactar con el PNV, o con los independentistas catalanes, antes que con el PP. No me extraña que los partidarios de la unidad de España estén preocupados. A pesar de que el voto del PP y PSOE unidos, con el apoyo de Izquierda Unida, serviría para instaurar el primer Gobierno no democrático en el País Vasco, no parece que ese sea el camino a seguir. Para Zapatero, cualquier independentista, radical, totalitario, islámico, enemigo de España, tirano, lo que sea, es preferible al Partido Popular. La Aznarfobia crece en él día a día, a pesar de que Aznar está políticamente muerto y de que todas las encuestas electorales le son claramente favorables al actual presidente de Gobierno. En estas elecciones, Zapatero busca la alianza con el PNV, volver a los gobiernos conjuntos, (o alianzas que para el caso es lo mismo) entre nacionalistas y socialistas vascos. Si en Cataluña los socialistas han pactado con ERC, ¿por qué no habían de pactar en Vascongadas con el PNV que es menos radical?
El espíritu de Zapatero incluso podría llegar a pactar con Batasuna. Zapatero es tan ignorante como astuto. No sabe interpretar la historia, pero sí tiene un olfato espléndido para decidir qué es lo más conveniente para mantenerse en el poder. Está convencido de que puede jugar a independentistas en Cataluña y Euskadi y a patriota español en Extremadura o Andalucía. Y el asunto parece funcionar. Incluso el viernes se negó a rechazar la hipótesis de ceder la competencia inspectora del Banco de España al Gobierno de Vitoria, con tal de atraerse al sector más pactista de PNV. Una decisión que levantaría ampollas en la Unión Europea.
Otrosí: a Zapatero le convenía que El Partido Comunistas de las Tierras Vascas (PCTV) se presentara a las elecciones para sangrar lo más posible al PNV. Hay que dejar claro que para Zapatero el mayor de los males es el Partido Popular, pero el segundo consistiría en mantener la misma situación que hasta ahora: una alianza de PNV e Izquierda Unida.
Existe otra alternativa: los 29 escaños del PNV más los 9 de los proetarras dan justo, la mayoría absoluta de 38 escaños. Si Ibarreche quiere lanzar el órdago a España, ahí tiene la vía: un gobierno PNV-Batasuna. Esa coalición es la que no podría aceptar nunca Zapatero, la que llevaría al enfrentamiento abierto y probablemente al estallido violento. A fin de cuentas, en estos cuatro años el independentismo ha crecido en el País Vasco. Para eso, sólo hay que contemplar como un partido creado en pocos días ha superado los escaños de Batasuna e, incluso, los de Aralar, el independentismo casi pacífico, escindido de Batasuna.
Ahora se hacen trágica realidad las declaraciones del lehendakari Juan José Ibarreche: Cómo arreglamos esto? ¿A tortas?. Dependiendo de cuál sea la opción elegida por el PNV, a lo mejor hay que arreglar esto a tortas. Y lo malo de las tortas es que se sabe cómo empiezan, pero nunca como acaban.
Por Eulogio López