Decíamos ayer que para algunas feministas cristianas, lo primero son los derechos de la mujer, luego nadie y, finalmente, si quedara tiempo, Dios. No habían pasado ni unas horas desde la publicación del escrito cuando me llegan las declaraciones de una religiosa católica española, trabajadora de los medios. Ojo al dato: "La Iglesia tiene que aprender a relacionarse con los medios informativos". Al parecer, los medios no tienen la obligación de hacer lo que hacemos los periodistas ante cualquier institución, colectivo, sociedad, credo o partido político: intentar ponernos en el lugar de la fuente informativa.

Y más: "La Iglesia tiende a llegar tarde". Eso es cierto, pero continúa asombrándome que cuando muchos cristianos critican a su "iglesia" no estén pensando en sí mismos, sino en la jerarquía eclesiástica.

Más, "actuar a la defensiva". No, si te parece, y dado el tratamiento que recibe de la mayoría del Sistema Informativo, furibundamente anticlerical, mucho más que el pueblo al que se supone representa, la jerarquía no iba a estar "a la ofensiva".

Y la guinda: "La Iglesia actúa, además, un poco de arriba a abajo, a veces con aire doctrinal". Eso de que el magisterio adopte un aire doctrinal debe ser cosa extraña e inesperada. Figúrense: "con aire doctrinal". Ni que la Iglesia fuera la guardiana de la doctrina.

Así que no es de extrañar, y regresamos así al comienzo de esta plática, que nuestra monja responda "de abajo a arriba", en contrapicado, como quien dice, a la pregunta sobre el sacerdocio femenino: "Hay que tener paciencia histórica, hay temas que tienen que madurar, esperar a que llegue el momento".

Quiero no creer que ese momento sea la muerte de Juan Pablo II, en la que tantos curas y monjas tienen puesta su esperanza, una esperanza tan febril que nos traerá a todos desesperación por doquier. Pero estoy seguro de que no. Estoy seguro de que lo que quería decir es otra cosa, aunque no se me ocurre cuál. Con estas respuestas de abajo a arriba, ya saben, del pueblo al líder, nos hemos enterado de que hay que esperar. O sea, la paciencia, que acaba por ser histórica cuando no se consigue el objetivo. Lo que recuerda los versos de Machado:

"Este hombre no es de ayer, ni es de mañana, 

sino de nunca; de la cepa hispana,

no es el fruto maduro, ni podrido,

es una fruta vana

de aquella España que pasó y no ha sido

ésa que hoy tiene la cabeza cana".

A lo mejor, el poeta quería decir hueca, y no cana, pero nadie puede negar que hay cabezas que aún aúnan ambas condiciones: tan vacía como encanecidas.

Ánimo, amigos, vamos a aprender, todos juntos, que ser original no es ser distinto, sino acudir al origen, esto es, a la esencia de las cosas. ¡Oh, qué gran mundo puede abrirse entonces ante nosotros!

Y también, vamos a recordar que los votos de un religioso, o religiosa (observen lo políticamente correcto que me estoy volviendo, aunque en este caso el texto lo exija), son tres: castidad, pobreza y obediencia. Y por ese orden de edad. Porque a los jóvenes les suele costar la castidad, pero eso se pasa. De adulto, han de luchar contra la tentación de la riqueza, pero cuando ellos y ellas (lo dicho me estoy haciendo progre) empiezan a estar talluditos, entonces lo que realmente cuesta, lo que fastidia infinito, es obedecer. Sin ir más lejos, a la jerarquía, esa que siempre llega tarde, habla de abajo a arriba y, por si fuera poco, con aire doctrinal. Y así, claro está, no hay manera de que haya sacerdotisas, obispas y papisas.

Y sucede, claro que existe una clerecía talludita a la que ya no le tientan ni las faldas y pantalones, ni el dinero, que ya nunca podrá obtener: lo que le tienta es la desobediencia. Son la generación cleri-progre, que anda por la cincuentena, incluso que ha superado los sesenta... y con los que hay que tener mucha paciencia, paciencia infinita... histórica.

Eulogio López