Hoy me he divertido mucho. En la liturgia de la misa del martes 26 tocaba la Carta de San Pablo a los Efesios, capítulo 5 versículos  21-33. Reconozco que es mi favorito: me lo paso bomba. Es el famoso texto en el que San Pablo afirma que en el matrimonio el hombre es cabeza de la mujer. Al menos dos veces. Insiste en colocar en la primacía de poder al varón dentro del matrimonio y, bueno, el espectáculo en los templos no puede resultar más regocijante. Miradas expectantes interrogan al pobre cura, que no tiene culpa de nada, entre otras cosas porque no están casados y no son cabeza de nada, mientras las féminas más independientes miran hacia sus compañeros de banco como afirmando: ¡Que te lo has creído, Lionel!

Es más, he estado dando un repaso por las numerosa páginas de Internet que comentan la Biblia (más comentarios que textos, por cierto) y en todas ellas el analista se ha visto obligado a retorcer las palabras de San Pablo para aparentar que no dijo exactamente lo que realmente dijo. Es un tipo de exégesis que camina en dirección opuesta a la vieja definición de: es una ciencia exacta porque dice exactamente lo que uno quiere que diga.

La verdad es que San Pablo no sólo afirma, sino que remacha, que el cabeza de familia es el varon, y la explicación de tan sucinta, pero clara, afirmación no estriba en contraponer las seis veces en que, en el mismo texto, San Pablo insta al esposo a amar a su esposa, porque es su propia carne, sino en que los criterios del mundo (no los del periódico) no son los criterios del Reino (no el Reino de España). En el mundo, la justicia distributiva consiste en la igualdad de oportunidades y en una equitativa distribución de la riqueza, la influencia y el poder. En el Reino, la ley única es la caridad y, por tanto, el que quiera ser el primero de todos debe ser el servidor de todos.  Y si no es así, entonces es que el Reino está infeccionado por el mundo (no por Pedro José).

Viene todo esto a cuenta de esta semana trascendental para la Unión Europea. O más bien poco trascendental, dado que los jefes de Estado y de Gobierno firmarán la Constitución Europea, mientras Durao Barroso intentará sacar adelante su Comisión con Rocco Buttiglione como una de las estrellas invitadas.

Los socialistas europeos, siempre regidos por el principio primero de la tolerancia, han decidido vetar a Buttiglione, por flagrante delito de opinión. Se han manipulado tanto sus declaraciones que es muy difícil resumir por qué se le acusa, pero aquí hay que aplicar la norma de San Pablo : definamos la opinión reducida porque llega un momento en que no es posible desenredar la madeja de la manipulación. O sea, que San Pablo ha dicho que la mujer debe estar sometida al varón (ya saben, de la cama a la cocina y por el pasillo a palos) y que Buttiglione es partidario de fusilar a todos los homosexuales.

Dejemos el contenido y pasemos al continente. El socialista español (eurodiputado y ex presidente del Parlamento Europeo) Enrique Barón ha declarado a Radio Televisión Española que no pueden votar a un comisario que contradice sus principios. Siguiendo con el mismo esquema reduccionista, los principios de la progresía son que la mejor mujer debe trabajar fuera de casa, ganar mucho dinero, tener pocos hijos (o, por lo menos, tantos abortos como hijos), y que un tanto por ciento lo más elevado posible de la población debe hacerse gay de inmediato y si no le gusta que le vayan dando.

Lo gracioso es que los socialistas tendrán que votar a muchos candidatos conservadores (Partido Popular Europeo) y los diputado del PPE votaran a comisarios socialistas, por ejemplo, a Joaquín Almunia. Lo que no están dispuestos a votar ni unos ni otros es a Buttiglione, por la sencilla de razón de que es cristiano. Y la libertad de expresión llega a todos los rincones salvo a los cristianos. Recuerden las palabras de Barón, ya mencionadas aquí: hay que respetar todas las creencias pero hay cosas que no se pueden decir. Es decir, no se pueden decir las cosas que no piensan Barón y otros practicantes de la tolerancia.

Y el caso Buttiglione es muy claro: Si el Gobierno Durao Barroso es vetado porque uno de sus comisarios es cristiano, o si Buttiglione se ve obligado a dimitir para salvar a Durao Barroso, el Cristianismo habrá comenzado a ser subversivo y la libertad de expresión un objetivo a plantear, no en China ni en Arabia Saudí, sino en las democracias occidentales.

E incluso hay otra conclusión aún más divertida, y más positiva: los cristianos se colocan decididamente enfrente de la izquierda y enfrente de la derecha: porque el silencio del PPE sobre Buttiglione resulta estruendoso.

Eulogio López