La centralidad de la persona humana y la natural tendencia de las personas y de los pueblos a estrechar relaciones entre sí son los elementos fundamentales para construir una verdadera Comunidad Internacional, cuya organización debe orientarse al efectivo bien común universal.
Pero, a pesar de que esté ampliamente difundida la aspiración hacia una auténtica comunidad internacional, la unidad de la familia humana no encuentra todavía realización, puesto que se ve obstaculizada por ideologías materialistas y nacionalistas que niegan los valores, propios de la persona considerada integralmente en todas sus dimensiones, material y espiritual, individual y comunitaria.
En particular, es moralmente inaceptable cualquier teoría o comportamiento inspirados en el racismo y en la discriminación racial. La convivencia entre las Naciones se funda en los mismos valores que deben orientar la de los seres humanos entre sí, es decir la Verdad, la Justicia, la Solidaridad y la Libertad. Por ello, la doctrina social exhorta a que las relaciones entre los pueblos y las comunidades políticas encuentren su justa relación en la razón, la equidad, el derecho, la negociación, al tiempo que excluye el recurso de la violencia y a la guerra, a formas de discriminación, de intimidación y de engaño.
Por todo esto el derecho se presenta como instrumento de garantía del orden internacional, es decir, de la convivencia entre las comunidades políticas que individualmente buscan el bien común de los ciudadanos y que colectivamente deben tender al de todos los pueblos, con la convicción de que el bien común de una Nación es inseparable del bien común de la familia humana.
Francisco Lorenzo Salido