Estos últimos días ha sido noticia la adjudicación de "Ciudad del Juego Europea" (Eurovegas) en las proximidades de Madrid, concretamente en Alcorcón.
Les faltó tiempo a los mandatarios de la comunidad para acercarse a la zona y salir en la foto. Las noticias lo daban como un triunfo. Después de leer ciertas opiniones y trabajos, y hablar con gente de diversos ambientes, me he hecho la pregunta ¿Interesa realmente “Eurovegas"
Hace unos meses, un artículo de The Economíst (31-12-2011) contaba cómo los hábitos cada vez más saludables de los ingleses están saliendo caros a la hacienda pública. La recaudación por impuestos al tabaco, el juego y el alcohol desciende cada año. El presupuesto sanitario lo agradece, pero las cuentas sufren por otros lados. Una situación que pone al gobierno entre la espada y la pared: subir los impuestos al vicio y arriesgarse a que los consumidores se trasladen al mercado negro, o mantenerlos y comprobar cómo cada año desciende lo recaudado. Pero aún queda otro elemento en la ecuación: los costes sociales, que no siempre pueden ser cuantificados económicamente, o al menos no a corto plazo.
Uno de los mayores obstáculos al analizar el impacto de los grandes casinos es la dificultad para medir los costes sociales, al menos en términos que puedan ser comparados con los beneficios económicos a corto plazo, como el turismo o los nuevos puestos de trabajo generados por estos macrocomplejos.
Desde hace más de 15 años, el debate sobre el juego ha sido planteado frecuentemente en Estados Unidos. También en Canadá, el Canadian Consortium for Gambling Research ha estudiado a fondo la cuestión.
Esta entidad en un informe destacaba, por ejemplo, cómo la posibilidad de convertirse en un vicioso del juego (las categorías que el estudio denomina jugador con problemas y jugador patológico) aumentaba en más de un 75% si se vivía a menos de diez millas de uno de estos casinos gigantes. También señalaba que un 13% de los clientes habituales de estos casinos terminan por desarrollar ludopatía. Según la American Psychological Association, entre un 2% y un 4% de los adultos norteamericanos tienen un problema de adicción al juego; en estados volcados con la industria de los casinos como Oregón, Mississippi, Louisiana o Nevada el porcentaje dobla ampliamente a la media nacional.
La relación del juego con el comportamiento delictivo parece bastante clara según la mayoría de los estudios, aunque otros aclaran que las cifras de jugadores patológicos tienen que ver también con otros factores: por ejemplo, dicen, las ciudades del este tienen en general una tasa de criminalidad más alta. También se señala que la cantidad de delitos tiene más que ver con el turismo que con la propia actividad del juego.
Si se estudia el impacto de la industria de los casinos en ciudades o estados concretos, los resultados son igualmente reveladores. El estado de Nevada, donde se encuentra Las Vegas, tiene la mayor tasa de desempleo de Estados Unidos, es el estado con más ejecuciones hipotecarias por viviendas y detenta una de las tasas de criminalidad más altas. En Atlantic City (Nueva Jersey), los suicidios aumentaron abruptamente coincidiendo con la apertura de varios macrocasinos.
El informe de la NGISC no hace un cálculo global entre beneficios económicos y costes sociales de los casinos, pero lo han intentado otros investigadores. Los autores del estudio Business profitability versus social profitability, dos profesores de economía de las universidades de Illinois y Georgia, estiman que los costes sociales de la industria del casino son 1,9 veces mayores a los beneficios económicos que producen.
Tal vez esta última conclusión nos deba hacer recapacitar sobre la conveniencia o no de implantar "Eurovegas" o si ha sido buena la idea de tenerle en las proximidades de Madrid. Pienso que no.
Jesús Domingo