Aquella que decidan no tener hijos, no sufren discriminación laboral alguna. En Occidente, donde la inmensa mayoría de los salarios vienen marcados por convenio no existe discriminación salarial que no pueda ser impugnada ante un tribunal.
O sea, que si nos olvidamos de los ladridos feministas, es la maternidad la que discrimina laboralmente a la mujer frente al varón. Solución: salario maternal. Ante un Occidente en pleno suicidio demográfico, lo lógico es pagar un salario a aquella mujer que decide tener hijos -o sea futuros contribuyentes- y que, por lo tanto, pierde puestos en la carrera por situarse en su especialidad, carrera especialmente intensa precisamente durante los años de vida fértil.
Porque el salario maternal no es una limosna: es de justicia. Y porque una economía sin hijos es una economía muerta.
Pero no me parece, como hace el IPF en el presente vídeo, que otras soluciones resulten adecuadas: tampoco la elección de horario laboral. La media jornada puede ser una opción buena pero siempre supondrá una discriminación respecto a quien trabaja toda la jornada. Y respecto a la famosa conciliación: miren ustedes, el hombre puede ayudar todo lo que ustedes quieran en casa pero su ayuda nunca compensará el esfuerzo de una mujer durante el embarazo y los primeros años de la vida del hijo.
Eulogio López
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