Lo bueno del cardenal Ratzinger es que se le entiende todo.
Cuando usted lea estas líneas, los cardenales ya estarán reunidos en la Capilla Sixtina. Por la mañana del lunes, el acto inaugural ha sido el de la misa Pro eligendo Pontífice, con la correspondiente homilía de Joseph Ratzinger, decano del Colegio cardenalicio. Y eso, que se le entiende todo. Ratzinger pide un nuevo Papa que nos guíe hacia el conocimiento de Cristo... a su amor, a la verdadera alegría. Dice Ratzinger que a la Iglesia se le acusa de integrista por tener una fe clara: Tener una fe clara, según el credo de la Iglesia, es muchas veces etiquetado de integrismo, mientras el relativismo, es decir, el dejarse llevar de aquí allá por cualquier viento de doctrina, es visto como el único comportamiento a la altura de los tiempos.
Naturalmente, no hay que ver lo que la gente dice, ni cómo lo dice, sino también cuándo y cómo lo dice. Lo ha dicho en las horas previas al Cónclave y no ha dudado en aludir a una fe adulta, como la de Juan Pablo II, que no es la que sigue la moda o la última novedad, sino la que está profundamente radicada en la amistad con Cristo.
La Iglesia no se divide entre conservadores y progresistas, sino entre fieles e infieles, y todo lo demás son tontunas. Lo que Ratzinger ha dicho muy clarito, es que el sucesor lógico de Juan Pablo II debe ser Juan Pablo III, que es justamente lo que no desea la progresía clerical, esto es, los curas y laicos progres. Los curas progres son mucho más pelmas, pero los laicos progres son mucho más numerosos. Casi todo ellos acusan a Juan Pablo II de ser un Papa mediático (entre ellos, el periodista estrella de los informativos de RTVE, Lorenzo Milá), preocupado y ocupado en su imagen pública. Incuso nos lo explican en positivo, con una descripción de Juan Pablo II como el hombre que logró adecuar el mensaje evangélico al mundo mediático y global. Incluso, algunos de sus colaboradores así lo reconocen, confundiendo los efectos con las causas.
Y es que el único secreto en la comunicación de Juan Pablo II es que no tenía secreto alguno. Al pontífice fallecido no le preocupaba un pimiento su imagen, sino su fe-, la amistad con Cristo, en otras palabras, la santidad. No era un estratega de la imagen, sino un niño que se abandonaba en las manos de Dios. Su asesor de imagen era su amigo Jesucristo. No buscaba los canales de comunicación adecuados. Simplemente, cuando se los mostraban animaba a utilizarlos, sin realizar un estudio de pros y contras sobre su utilización ni hacer balances. Y esto, no por pasotismo, sino porque la sabiduría de los hombres es necedad ante Dios.
Eso es lo que ha querido decirles Ratzinger a los cientos de millones de cristianos. Claro que a lo mejor se dirigía con más ahínco a los 180 purpurados que le escuchaban. Eso ya no sabría decírselo.
Eulogio López