El problema de la Constitución Europea es que no es una Constitución. Por lo demás, todo es correcto. Una constitución es un reconocimiento de derechos de la persona frente al Estado, unos derechos que en la denostada Edad Media eran comúnmente aceptados y se reconocían por sí mismos, mientras que con la llegada de la modernidad la gente no se fiaba y quería ver esos derechos por escrito. La Ilustración dio para eso y para mucho más.
Ahora bien, esa genialidad surgida de la mano del masoncete Giscard DEstaing es un documento de ententes estatales y no de derechos personales. Naturalmente, reconoce una serie de derechos, pero como complemento al cuerpo central de la cuestión y con el lenguaje típico del Nuevo Orden Mundial, donde el hombre no es el rey de la creación sino un elemento más de la misma, y donde los ciudadanos más parecen contribuyentes que otra cosa. Por ejemplo, el derecho a la vida está aún más difuminado que en la Constitución Española de 1978, y miren cómo hemos acabado. No, no es una Constitución de las personas, es una Constitución de Gobiernos.
A eso iba. En la encuesta realizada por el Real Instituto Elcano y el Centro de Investigaciones Sociológicos (explosiva mezcla), de la que damos cuenta en esta edición de Hispanidad, hay algo que me ha llamado la atención. Es la razón por la que los encuestados, los pocos que saben de qué va la Constitución, afirman estar en contra de ella. Para los votantes del PP, el problema es que España pierde peso político en el consorcio europeo. Por supuesto que ha de perderlo, porque antes eran 15 y ahora son 25 miembros. Para los nacionalistas, se trata de que no se reconocen las identidades nacionales. Naturalmente, una unidad supranacional es, como su mismo nombre indica, la superadora de naciones y Estados. No tengo claro si para bien o para mal, pero es así. Para los votantes de Izquierda Unida, el problema es que esta es una Europa del capital y no de los ciudadanos, y aquí me han cogido, porque no tengo ni idea de lo que eso quiere decir. El egoísmo europeo lo es con los países pobres, no consigo mismo. Es más, la única solidaridad que ha exhibido Europa ha sido con los países llegados de la antigua Europa comunista.
Pero hay más. Los propios hacedores de la encuesta resaltan que los europeos no quieren superpotencias, ni Estados Unidos, ni la Unión. Lo de superpotencia les suena a militaristas, y resulta que en Europa nos hemos vuelto todos muy pacifistas. La verdad es que el pacifismo es el movimiento que ha generado las más feroces guerras de la humanidad, pero en el mundo del tópico nadie renuncia a la simplificación: los españoles quieren una Europa civil por la misma razón que Zapatero quiere una España laica: a unos no les gusta ir a la guerra y a ZP no le gustan los curas. La pregunta es: ¿Hay alguien que vaya a gusto a la guerra?
Por ultimo, queda el subconsciente. Ahora resulta que los españoles, según el mismo sondeo, se han dado la vuelta: quieren que Rusia entre en la Unión, pero no están dispuestos a que lo haga Marruecos o Turquía. Al parecer, lo de la Alianza de Civilizaciones está muy requetebién, pero el españolito medio no se fía del moro, si ustedes me entienden.
Pero el problema sigue siendo el mismo : esto es una Constitución de derechos humanos, y algunos derechos están reinterpretados y reescritos. Por eso, y no por ninguna otra razón, es preciso votar NO, que no es votar no a Europa, sólo a la Constitución de Giscard.
Eulogio López