Con una inteligente dosificación informativa, el Gobierno Zapatero ha anunciado que el proyecto de Constitución Europea, aprobado por los jefes de Estado y de Gobierno en la reciente Cumbre de Bruselas, será sometido a referéndum. Una buena idea. No hay que olvidar que, hasta anteayer, esa Unión Europea que se está creando alrededor de los elitistas principios ilustrados (todo para el pueblo pero sin el pueblo) ha dudado en someter el texto a la aprobación de 450 millones de europeos, un 66% de los cuales ni tan siquiera acudió a votar en las euroelecciones del 13 de junio, lo que demuestra su entusiasmo con los "Estados Unidos" de Europa. Por lo demás, resulta que al menos un 10% de los electores, votaron contra Europa. Todo un éxito del europeísmo.
Con esos mimbres, y quizás por vergüenza torera, Schröder y Chirac, los mandamases de la Unión, aceptaron que al menos 20 países deberían refrendar el texto para que entrara en vigor. Es lógico, porque de una Carta Magna estamos hablando, pero también lo es que, en este punto, se aplicara la doble mayoría que bendice el texto elaborado por la Convención: mayoría de países pero también de ciudadanos.
Así que ya estamos en campaña. De los partidos mayoritarios, los que controlan el sistema político en cada Estado (por lo general, suelen ser dos) no podemos esperar mucho. En España, por ejemplo, las diferencias no las marcan las ideas, ni los principios, ni las convicciones: sólo los intereses.
Por ejemplo, tanto Rodríguez Zapatero como Mariano Rajoy votarán a favor del texto Constitucional. La única diferencia entre ellos, porque alguna tiene que ver para mantener la pantomima de Gobierno-oposición, consiste en que los populares advierten que el texto reduce el poder de España (cierto) y los socialistas contraargumentan que la reducción del poder español en el seno de la UE respecto al Tratado de Niza es mínima.
Por cierto, ¿ha reparado la izquierda, tan globófoba ella, en que todo el proyecto europeo es, por definición, un proyecto globalizador, sin duda la unidad supranacional más avanzada del mundo a pesar de su desesperante lentitud?
Naturalmente, ni la postura del PP ni la del PSOE representa un argumento lógico para una Carta Magna que afecta a 450 millones de personas. Incluso no lo sería la exclusión del Cristianismo, verdadera esencia europea, del texto. Eso es mucho, pero no lo es todo. No, si Hispanidad.com apuesta por el "no" es por otras razones que consideramos aún de más fuste. No se reconoce el derecho a la vida o a la familia natural, pero es esta Carta Magna incluso atenta contra el fundamento de una Constitución, que no es otra cosa que un elenco de derechos, especialmente de la persona frente al Estado. Simplemente, se derivan los derechos individuales hacia la Declaración de Derechos del Hombre. Para eso, bien se podía haber asumido la Carta de la ONU (espléndida, aunque la actual ONU no la cumpla) y situarla como frontispicio de la futura sociedad europea.
Por otra parte, la Constitución pergeña una Europa cerrada a los flujos migratorios, una Europa lánguida, mortecina, triste. Esta es otra de sus grandes carencias. Una Europa encerrada y una Europa insolidaria.
Por lo demás, los tópicos no siempre son falsos. Por ejemplo, el tópico de la izquierda, cuando advierte que estamos haciendo la Europa de los mercaderes, resulta rigurosamente cierto. Una Europa de los mercaderes, donde, encima, los mercaderes franco-alemanes juegan con las cartas marcadas.
No. Lo mejor es votar "no". A fin de cuentas, desde los primeros vagidos de la nueva nación (allá por 1950) se ha caminado muy lentamente. No pasa nada por que la primera Constitución se apruebe con tino, sin prisa y sin pausa. Basta con que sea una Constitución ilusionante. Porque el actual texto de Giscard, aburre a un difunto.
¿Constitución europea? ¡Vota "no"!. Así la cambiarán.