La amenaza terrorista de ETA pone de actualidad el mensaje que Juan Pablo II lanzó al mundo tras los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Aquel día, en pocos minutos, fueron horrendamente asesinadas millares de personas inocentes, de diversos orígenes étnicos. No hay paz sin justicia. No hay justicia sin perdón, dice el Papa. La sociedad tiene derecho a defenderse del terrorismo. Derecho que debe atenerse a reglas morales y jurídicas. El restablecimiento de la paz exige la justicia. Pero también el perdón, que se opone a la venganza y al rencor.

Los pilares de la paz verdadera son la justicia y esa forma particular del amor que es el perdón. Justicia y perdón no son términos alternativos. El perdón se opone al rencor y a la venganza, no a la justicia. La verdadera paz es obra de la justicia. Es precisamente la paz fundada sobre la justicia y sobre el perdón la que es atacada actualmente por ETA.

Atentando contra personas inermes y desprevenidas, la organización terrorista muestra de modo sobrecogedor el instinto de muerte que la mueve. El terrorismo nace del odio y engendra aislamiento, desconfianza y exclusión. Se basa en el desprecio de la vida del hombre. Precisamente por eso, no sólo comete crímenes intolerables; en sí mismos, en cuanto recurso al terror como estrategia política y económica, es un auténtico crimen contra la humanidad.

Existe un derecho a defenderse del terrorismo. Un derecho que, como cualquier otro, debe atenerse a reglas morales y jurídicas, en la elección tanto de los objetivos como de los medios.

Los atentados de ETA exigen la condena pública del terrorismo, negando a cuantos participan en él cualquier forma de legitimación política o moral. Así se favorecerá la formación de una opinión pública moralmente correcta. Capaz de alcanzar la tranquilidad del orden en la justicia y en la libertad.

La violencia terrorista es contraria a la fe en Dios Creador del hombre; en Dios que lo cuida, lo ama y perdona. La violencia es exactamente lo opuesto al perdón: opta por un beneficio sin demora, pero, a largo plazo, produce perjuicios reales y permanentes.

Clemente Ferrer Roselló

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