El mundo está cambiando; la difusión de la cultura (cualquier tipo de manifestación artística), que hace unos siglos era extremadamente cara y lenta y estaba en manos de sólo unos pocos, gracias a la tecnología y sus nuevas herramientas, se ha vuelto tan sencilla y simple como hacer un solo clic.
Cine, música, literatura pueden circular por Internet tan libre y rápidamente como cualquier otro bit de información.
Frente a esto, la industria audiovisual, en lugar de emplear estas herramientas para crear nuevos modelos de negocio y distribución que aprovechen todas las nuevas posibilidades (rapidez, sencillez, un canal de distribución inmediato y ajustado al perfil del consumidor, etc.), pretende seguir manteniendo sus antiguos modelos contra viento y marea, perpetuando las mismas prebendas y abusivos márgenes de explotación de una época en la que el ciudadano no tenía otra alternativa para acceder a la cultura que aceptar sus reglas.
Pretende seguir controlando todo el escenario y seguir manejando como titiriteros a los artistas, los últimos beneficiados y continuar dándoles un ínfimo trozo del pastel, aún cuando actúa en nombre de ellos para supuestamente defender sus intereses.
Y cuando la tecnología escapa a su control, y el desarrollo de esta y su uso por los ciudadanos no puede ser limitado ni controlado (ni siquiera por otras tecnologías como el DRM), acuden a los poderes legislativos para crear leyes a su medida e instrumentos recaudatorios (el canon digital) que gravan a todos los ciudadanos, considerándolos delincuentes a priori y penalizando el uso de estas tecnologías aún cuando son utilizadas para fines personales.
Y como esto no les es suficiente, lanzan a las sociedades de gestión a ejercer una labor propia de una "policía intelectual", con autoridad incluso por encima de los poderes legislativos y patente de corso para invadir cualquier ámbito de la vida ciudadana (sí, incluso festivales benéficos y bodas) en busca de sus presuntos delincuentes e infractores de su supuesta propiedad intelectual.
Ante esta situación de abuso e indefensión, desde Pirata, Vache, Apemit, y Asociación de Internautas, y varios músicos entre ellos, Luis Cobo (Manglis). Queremos convocar a la ciudadanía para decir juntos en voz alta Basta ya, para dejar bien claro que no son los amos y señores de la cultura, que no tienen licencia para decidir quién puede disfrutarla y quién no, que la cultura es libre y debe continuar llegando a todos los rincones de la sociedad, permitiendo a cualquier persona ser creador y consumidor y contribuir a potenciarla. Queremos que nuestra voz se escuche clara y se escuche ya.
Por todo ello, el 4 de octubre os esperamos a las 11:00 de la mañana en Sevilla, en la Alameda de Hércules, a todos los que queráis uniros a esta voz.
Nacho Blanco
nako1983@gmail.com