El Régimen de Pyongyang puede respirar tranquilo : la resolución 1718 impone sanciones económicas y diplomáticas pero los amigos de Corea, Rusia y especialmente China. Se han encargado de cerrar, de forma expresa, cualquier posibilidad de intervención militar. Como si al Kim Jong-il le importaran algo las renuncias económicas: las lleva sufriendo su pueblo, con grandes hambrunas, desde hace una década.
Además, con la Resolución asumida a última hora de la noche del sábado, Corea del Norte y su aliado el número uno chino, Hu Jintao, han vuelto a demostrar al mundo que Occidente sólo se atreve militarmente con aquellos regímenes que no poseen arsenal nuclear. De ahí que Irán lo ansíe con redoblado interés tras el éxito coreano. Por su parte, la reacción europea ha sido la de siempre, y se puede resumir en la crónica del diario El Mundo, representante de la derecha política española: Lo más importante de la resolución de la ONU no es el texto, sino el amplio consenso logrado. Es decir, ya no nos distinguimos por la secular teoría de la conspiración, sino por la teoría del consenso. En otras palabras: se prefiere en el consenso en el Consejo de Seguridad, aunque lo consensuado no reduce un ápice el peligro nuclear de un tirano enloquecido que podría provocar una guerra nuclear.
En el entretanto, los records de todos los mercados bursátiles mundiales, así como la contención de los precios del crudo confirman que política y economía se han divorciado. De hecho, las bolsas siguen en una carrera desorbitada al alza a pesar de la tensión política internacional, que no deja de crecer en distintos frentes, aunque el más preocupante sea Corea. En otros tiempos, lo lógico es que la crisis nuclear coreana hubiese propiciado que el crudo se disparase y que las bolsas se derrumbaran, pero ha ocurrido lo contrario.