Las medidas contra la crisis económicas no han dado resultado en ningún país de Occidente: fíjense si será así que el paro no repunta, el PIB tampoco... pero la Bolsa y el precio del petróleo sí. Es decir, aquéllos sectores especulativos -por hábitos financieros o políticos- remontan, pero la economía real no. En Madrid, la bolsa alcanza el máximo anual, y el crudo ya supera los 70 dólares barril. Pero a estas alturas ni un solo político occidental se atreve a fechar el fin de la crisis. Simplemente, hemos inventado la crisis perpetua.
En agosto se cumplirán dos años de crisis y los líderes de Occidente han mantenido el mismo esquema productivo: ni una medida contra la especulación en dos años y ni un solo intento de reducir el apalancamiento creciente de familias y empresas, es decir, de reducir la propensión a vivir por encima de nuestras posibilidades y a que toda la vida económica se base en la inversión con deuda.
Mientras esos parámetros no cambien la crisis continuará, se convertirá en crisis permanente, en deuda perpetua.
En esas circunstancias, el Gobierno español ha decidido subir los impuestos sobre los hidrocarburos y el tabaco. Una medida menor que encima camina en dirección opuesta a la adecuada: es imposible
que los impuestos suban más en Occidente sin que perezca el sistema de libertades y se dispare la economía sumergida. Ese es el verdadero riesgo. Y a más economía ilegal más impuestos legales: un peligroso círculo vicioso en el que ya estamos entrando.
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Crisis perpetua
La crisis va a cumplir dos años y los líderes de Occidente mantienen la misma especulación y el mismo apalancamiento. El Gobierno Zapatero sube los impuestos pero los impuestos no pueden subir más en Europa sin poner en peligro el sistema de libertades
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