Los lectores de Hispanidad saben que no siento un especial cariño por el diputado del PP –o de UPN, si lo prefieren- Jaime Ignacio del Burgo, pero hoy toca felicitarle. Junto a su compañero de partido, el también diputado navarro Carlos Salvador, acaba de querellarse contra Muthiko Alaiak (Muchachos Alegres: cuidado que son horteras), por ofender las convicciones religiosas de los cristianos. En efecto, en la pancarta que acompaña a las charangas de San Fermín, esta peña creada por un carlista pero hoy en manos de batasunos, ha dibujado al obispo de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián, portando un Cristo que realiza el saludo fascista.

El obispo les pidió amablemente que retiraran la infamia, pero no les dio la gana. Al final, Del Burgo ha decidido judicializar el asunto, que es precisamente lo que hacen los progres contra los católicos, y su gusto es digno de aplauso.

Porque la Cristofobia, a la que jurídicamente debemos llamar atentado contra la libertad religiosa (nombre laico del asunto) cunde por todas partes. Por ejemplo, el presidente del Getafe, al que deseo un feliz regreso a Segunda División B, ha lanzado una campaña blasfema para captar abonados al club. Se blasfema sobre Cristo, y los patriarcas de la Biblia, por los de siempre: años atrás, cuando a un creativo no se le ocurría nada, recurría al sexo. Hoy, como estamos ahítos de sexo, el creativo infructuoso echa mano de la blasfemia, sobre todo porque como la blasfemia ataca a Cristo, y el Cristianismo es lo único serio que nos queda, al menos provoca "transgresión". Estos artistas son muy inteligentes.

Lo trasgresor es el último invento de la progresía. Hasta ahora se contentaban con lo de "tener la mente abierta", hasta que Chesterton les recordó que "tener la mente abierta es lo mismo que tener la boca abierta: un signo de estupidez". Transgredir es lo que siempre se llamó insultar, injuriar u ofender, pero con ello consiguen que alguien les haga caso, esto es, un considerable éxito.

La verdad es que, para ser transgresores de verdad, lo lógico sería poner en solfa sus propios principios. Por ejemplo, los diseñadores de la campaña del Getafe podían haber utilizado, en lugar de la fe, la violencia de género, y en lugar de a Cristo y a Abraham y Moisés a Zapatero, Fernández de la Vega y Pedro Zerolo. En la primera imagen, aparecería el presidente del Gobierno degollando a De la Vega, tras una brutal paliza, mientras explicaba: "Me prohibía abonarme al Geta". En una segunda historieta, aparecería Zerolo suplicando, de hinojos, la nacionalidad polaca a los hermanos Kaczynski, a cambio de una subvención para el Getafe fútbol Club: "Los azulones se merecen cualquier sacrificio", exhalaría el líder homo.

¿A que tiene mucha gracia?   

Y de paso, don Ángel Torres, presidente del Getafe, procedente de Comisiones Obreras y reconocido filosocialista, demostraría que es un tipo de criterio independiente, mente abierta y transgresor a más no poder.

En el entretanto, no queda otro remedio que judicializar la vida pública y la moral privada.

Eulogio López