Y es que doña Amparo es muy astuta, y había descubierto el boicot que determinados grupos -naturalmente antisistema y muy incontrolados- preparaban al cardenal. Y es natural, porque ir hablando de Dios en un claustro universitario es, sencillamente, provocar.
Eso sí, resulta llamativo que las Fuerzas de Seguridad del Estado no puedan controlar a los incontrolados, salvo que los incontrolados sean enviados o alentados por el anticlericalismo rabioso de doña Amparo, que, en cuanto oye hablar de Cristo, se convierte en una incontrolada muy preocupante.
Por cierto, el delegado del Gobierno en Castilla y León no tuvo ninguna pega en que el Leo Bassi utilizara el paraninfo de la universidad pucelana para soltar su diatriba blasfema contra la Iglesia.
¿Cristofobia? ¿Qué Cristofobia?
Eulogio López
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