Sr. Director:

Desde hace varios años, y en reiteradas ocasiones, algunas instituciones extremeñas han respaldado la difusión de fotografías con representaciones humillantes de Cristo y de María, y de publicaciones elogiando tales obras.

Cierto es que la libertad de expresarse en público es derecho fundamental de las personas y base de nuestra convivencia; pero no es un derecho absoluto y omnímodo, y así lo recoge la legislación imponiendo límites a ese derecho cuando se usa para atacar a grupos o asociaciones por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía. Y si la libertad de expresión de los particulares tiene límites, con mucha mayor razón las instituciones públicas, que son de todos, han de cuidarse mucho de poner su nombre al frente de cualquier opinión, de cualquier obra, de la alabanza de cualquier actitud. ¿Es admisible que algunas instituciones públicas promuevan con su nombre actitudes que buscan provocar o escarnecer a otras personas por el mero hecho de su forma de pensar y de vivir? Ésta, y no otra, es la cuestión central que hemos de responder los que financiamos esas instituciones: extremeños, españoles y europeos.

El pasado 22 de marzo, algunos personajes famosos cargados de grandes premios y medallas, junto a muchos seguidores, publicaron un manifiesto a favor de la libertad de expresión y contra la censura "mostrando su solidaridad con quienes, desde la Junta de Extremadura, han realizado una tarea respetuosa con todas las sensibilidades". Vamos, que sí, que está muy bien, ¡a seguir financiando ermitas y fotografías blasfemas! Pero a mí su fama no me encandila, no me impide mirar con mis propios ojos, y yo rechazo de plano que las instituciones promuevan actitudes injuriosas en la vida pública; como sin duda también lo rechaza una gran mayoría de europeos.

Pero quiero creer que los extremeños, nuestras autoridades e instituciones, los famosos con medallas y sus seguidores, tenemos honestidad de sobra como para que todo esto no hubiese ocurrido con fotos de políticos actuales (Esperanza Aguirre o Zapatero), de políticos pasados (Margarita Nelken o Suárez), de Gandhi, de Luther King, o de tantos y tantos otros que merecen nuestro respeto. Estoy convencido de que, en esos casos, fotos similares jamás hubiesen tenido respaldo institucional en nuestra tierra.

¿Cómo hemos podido llegar a que reiteradamente lo hayan recibido las de Cristo y de María? Cada vez es más cierto que Cristo es caso aparte. Cada vez veo más claro que todos sabemos que lo que a cada uno de nosotros nos define en lo más íntimo es nuestra postura ante ese pobre judío, errante por los caminos de Palestina hace 20 siglos, amigo de sencillos y marginados, que mataron con cruel tortura, abandonado por todos, incluso por Dios.

Que cada uno se responda estas dos preguntas.

Juan Antonio Navarro González

navarro@unex.es