Ya lo había dicho Juan Pablo II y yo no sabía que lo había dicho, palabra. Me lo ha descubierto un profesor argentino, Eduardo Carrasco, a quien desde aquí muestro mi agradecimiento. Se trata de un discurso de Juan Pablo II que ahora, cuatro años después, adquiere con la crisis categoría de profecía. Porque ésta es, no conviene olvidarlo, una crisis financiera, de especulación (hemos creado la burbuja de la burbujas) y apalancamiento (sobre-endeudamiento). Al final, lo han pagado los de siempre, la generalidad, pero ésta es otra historia.

En un discurso pronunciado, en 1999, ante la Fundación Centesimus Annus, el Pontífice polaco alude al horrible vocablo financierización. Horrible pero necesario porque el juego de la especulación resulta tremendamente esquivo. En resumen, la economía tiende al bien común, por tanto, la única manera de que bancos y mercados financieros sirvan al bien común consiste en que sirvan ala economía real, sin adquirir vida propia. La negación de este principio son los actuales mercados financieros cuyos flujos no son más que un círculo vicioso, que virtuoso, donde sobre un trocito de economía real se monta una enorme burbuja especulativa que acaba siempre por estallar. Sólo que la burbuja de ahora mismo era la madre de todas las burbujas, de proporciones siderales.

No me voy a extender en la explicación del discurso papal porque Carrasco lo hace mucho mejor que yo, pero creo que el profesor sólo matizaría, no negaría creo-, que la conclusión de su artículo podría ser la que sigue: los mercados financieros actuales son radicalmente o sea, en su raíz- inmorales. O sea, lo que los ligeramente pedantes teólogos de la liberación calificarían como una estructura de pecado. Y mucho me temo que en el momento presente que en la presente ocasión, tendrían toda la razón.

Eulogio López

eulogio@hispandiad.com