No me gusta Romney, porque ha sido veleidoso en su defensa de la vida –aunque ahora se ha juramentado en defensa del primero de los derechos que condiciona la política mundial- y porque ha hecho su fortuna con el capital-riesgo, una fórmula especulativa y 'destrozaempresas' que no cuenta con mi fervor. Dicho esto, los gringos son muy prácticos y consideran que Romney es quien puede quitarle la Presidencia a Barack Obama tras su primer mandato.
Es más, se supone que elegirá como candidato a la vicepresidencia a un hispano, por ejemplo, Marco Rubio, senador por Florida o a una hispana, por ejemplo, Susana Martínez, gobernadora de Nuevo México. Y el partido no está dispuesto a que estas larguísimas primarias supongan una división interna para enfrentarse a Obama, seguramente el peor presidente norteamericano desde Jimmy Carter pero con un votante fidelísimo: la progresía.
Ahora bien, a Rick Santorum, el segundo en la carrera, un hombre coherente, circunstancia ésta, que miren ustedes por dónde, los votantes norteamericanos sí valoran (¡Qué envidia!) y a Newt Gingrich no les duelen prendas: seguirán en la carrera porque creen en sus ideas pero ya han aclarado que cuando el partido lo decida se sumarán a la candidatura ganadora, la de Romney.
Y no resultaría mala combinación: Romney busca un vicepresidente hispano, pero podría dar a entender que cuenta con sus dos principales rivales en puestos clave del futuro Gobierno, como el de secretario de Defensa, secretario del Tesoro o fiscal general.
Y todo ello quiere decir algo muy simple: que hay países en que los principios –mejores o peores- todavía cuentan en las urnas.
Insisto: ¡Qué envidia!
Eulogio López