Empecemos por lo bueno. Estados Unidos ha propuesto expulsar de la Organización de Estados Americanos (OEA) a los gobiernos de los países acusados de corrupción. Naturalmente, la propuesta fue rechazada. Venezuela también vio vetado su proyecto de crear un fondo de ayuda humanitaria para los países más pobres de Hispanoamérica. Brasil tampoco ha tenido éxito en su intento de reducir el coste de las remesas de dinero que los emigrantes en Estados Unidos envían a sus familiares en sus países de origen.
En pocas palabras, no está nada claro de qué van a hablar los 34 Jefes de Estados y de Gobierno que asisten a la Cumbre de Monterrey. Todo el continente hispanoamericano (y no olvidemos que la esperanza viene de América) ha acudido a la llamada de George Bush, que pretende crear un área de libre comercio desde Alaska hasta la Patagonia. El terreno que España y Portugal han dejado en barbecho ha sido aprovechado por George Bush, a pesar de la antipatía que el mandatario norteamericano despierta en la mayor parte del mundo hispano.
Brasil y Argentina defienden, con buen criterio, que no se puede liberalizar el comercio y, al mismo tiempo, mantener las subvenciones agrarias. O lo uno o lo otro. Si Estados Unidos quiere dar ejemplo de liberalismo, lo primero que tiene que hacer es suprimir esas subvenciones, que dañan sensiblemente las posibilidades exportadoras de los países hispanos.
Al mismo tiempo, el 'dictadorzuelo' venezolano Hugo Chávez se dedica a 'cubanizar' su zona de influencia a costa de insultar a la asesora de Seguridad de George Bush, Condoleezza Rice. Y la verdad es que es Condoleezza quien tiene toda la razón: Chávez debe convocar un referéndum sobre su gestión. Y si no es aprobado, debe irse.
En definitiva, parece que el acuerdo ALCA está en el aire, y que la Cumbre de Monterrey esta llamada al fracaso. Así comienzan todas las cumbres que terminan con buenos resultados.