Lo más "gracioso" de la aportación del Foro Mundial de Davos al conflicto iraquí fue el final de fiesta. Los organizadores habían invitado a la oposición a Sadam Husein, esa especie de colectivo fantasmagórico que Washington utiliza como excusa para justificar su ataque a Irak.

Pues bien, la oposición al déspota del Golfo (bueno, a uno de ellos) estuvo compuesta por partidos políticos kurdos y por representantes del grupo fundamentalista Revolución Islámica. A los kurdos, un pueblo sin tierra, repartido por cuatro países distintos, la democratización de Irak les  importa más bien poco. Lo que les importa es su proyecto nacional, de corte separatista. Y no creemos que el islamismo sea el recambio que Occidente busca para Sadam Husein. Aunque, como alguien dijo: el problema es que todos los opositores a Sadam Husein están muertos.