Se había producido una avalancha informativa sobre la paridad del Gobierno Zapatero. Vamos, que el mundo entero estaba pendiente de los detalles de ese Gobierno de la Península Ibérica que tenía igual número de hombres que de mujeres. Algo así es lo que viene a decir la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, cuando afirma que el reportaje de Vogue responde a una "importante demanda informativa".

 

El ejemplo es una buena muestra de hasta dónde puede llegar el "ombliguismo". Si De la Vega se cree su discurso de la "importante demanda", resultaría preocupante. Si no se lo cree, simplemente peca de orgullo. ¿Tan difícil es reconocer un error? Por lo demás, la estrategia de "sostenella y no enmendalla" suele resultar carísima. De la Vega quería predicar al mundo las bondades de la "parida" española. Quería demostrar que en el "empoderamiento" de la mujer es posible. Eso sí, al precio del sacrificio de la maternidad. Una ostentación de poder "un tanto cutre y frívola", en palabras de Javier Arenas.

 

Debate de paridad y cuotas aparte, De la Vega se equivocó de instrumento. En la cresta del sueño cumplido no valoró las previsibles reacciones sociales. El sueño nubló la realidad y quiso "tocar el tambor" con el máximo de glamour posible. Se le fue la mano y las feministas saltaron. Con razón.

 

Ahora queda por saber qué opina Zapatero de la polémica. Ha preferido permanecer calladito y pasar de puntilla y sonrisas por el fango. Pero la chivata de Elena Salgado ha lanzado la responsabilidad hacia arriba, afirmando que ZP había dado luz verde a la instantánea. El presidente, sin embargo, permanece silente.