A la política de sonrisas y distensión de la fotografía de Ibarretxe en Moncloa ha seguido la tensión de la cuerda. El Gobierno vasco suele practicar ese doble juego de poli bueno en Madrid y poli malo en Lakua.

 

La cuerda se tensó con ocasión del descuento de 32,2 millones del cupo vasco. Podría haber pasado desapercibido, pero el Ejecutivo vasco decidió tocar las campanas. La vicelehendakari Idoia Zenarruzabeitia llegó a acusar al Gobierno de falta de consenso.

 

La reacción del Gobierno fue de firmeza. Mientras Solbes desmentía a Zenarruzabeitia, De la Vega afirmaba que el Ejecutivo no contemplaba la modificación de la Ley de Partidos. El lehendakari Ibarretxe reaccionó desde el diario propiedad del PNV, Deia, afirmando que su Plan soberanista sería decidido por la ciudadanía en referéndum, en caso de no ser aprobado por la Cámara vasca.

 

Entonces, el ministro de Justicia, Juan Francisco López Aguilar, advertía que el Plan Ibarretxe no pasaría el filtro de las Cortes Generales. O sea, que gozaría de la oposición del PSOE. El lehendakari responde reiterando que el Plan será decidido por los "vascos y vascas". Pero el Gobierno no está dispuesto a aceptar pulsos y De la Vega insiste en que el Plan Ibarretxe no será aprobado en el Parlamento. O dicho de otra manera, el desarrollo de la España plurinacional lo marca el PSOE, no el PNV. No sé por qué, pero mucho nos tememos que el PNV no va a ser muy proclive a apoyar los presupuestos de Solbes.