Sr. Director:

Ante un proyecto de ley que quiere aprobarse en febrero sobre la fecundación in vitro, me gustaría hacer partícipes a los lectores de un pensamiento que me ha aterrorizado. Los hombres distinguimos aspectos en las cosas para conocerlas mejor. La mente distingue lo que a veces no puede el hombre dividir: no puedo separar barro de jarra, pero sí distinguirlos. Hasta aquí, bien.

¿Qué es un embrión? ¿Qué es una mórula? ¿Y una blástula? De ningún embrión saldrá un pino, sino un hombre: son diferentes etapas de crecimiento de un ser humano. Igual que la adolescencia, que es otra de esas etapas, más bien molesta para los padres o profesores, como es mi caso. Pues bien, y no me gustaría que se tomara esto a guasa, ¿a quién se le ocurriría congelar a un adolescente? ¿Quién tendría un banco de adolescentes?

Ya sé que somos un amasijo excepcionalmente bien ordenado de células. Pero no sólo eso. La dignidad del hombre no le viene de los átomos o los genes. ¿O queremos volver a Auschwitz? Hay que cambiar nuestra manera de pensar y conseguir que las palabras no nos engañen: embrión es hombre en el mismo sentido que adolescente es hombre. Hombre a quien, en todas sus etapas, no puede maltratarse.

Jose Quintano Ruiz

josequintano@terra.es