Han pasado unos días, más de un mes, y me ha parecido interesante hacer un recordatorio del último debate de investidura.
En la conclusión del debate de investidura, poco antes de la votación final que dio la confianza del Congreso de los Diputados a Mariano Rajoy, se produjeron tres momentos estelares: la respuesta del todavía, en esos momentos, candidato a la presidencia del Gobierno al portavoz del grupo Amaiur a propósito del "conflicto vasco"; la intervención del diputado de UPN, Carlos Salvador -compartida por Rajoy- que fue el único que habló con claridad de la decadencia moral que supone el desprecio al derecho a la vida legalizado con el aborto libre y, finalmente, el gesto de grandeza de Rajoy al afirmar que en su memoria solo quedará la figura de José Luis Rodríguez Zapatero como la de una persona que ha tenido el honor de haber sido presidente del Gobierno de España. El pasado, pasado está.
En el debate, Rajoy pudo haber reprochado a Zapatero la herencia que deja a la sociedad española como resultado de su negociación con ETA. No lo hizo y ese fue también otro gesto de grandeza por parte del líder del Partido Popular. Lo que sí hizo fue recordar a Amaiur que lo único que espera la inmensa mayoría de la sociedad es que ETA se disuelva y entregue las armas. Mientras tanto, la respuesta que tendrá por parte del nuevo Gobierno será la aplicación estricta de las leyes del Estado de Derecho.
En este contexto, de nada le valió al portavoz del PNV, Josu Erkoreka, el haber advertido previamente que el cese definitivo de la violencia por parte de ETA puede no ser tan definitivo y que la amenaza de que vuelva a actuar sigue en pie, razón por la cual trataba de instar a Mariano Rajoy a que "apuntalase" el proceso de paz, lo que significaría seguir las recomendaciones de la conferencia de Ayete y abrir una mesa de negociación con ETA reconociendo el supuesto derecho de autodeterminación de los vascos y, por tanto, a la independencia de Euskadi.
Vano intento porque entre las cosas que tiene muy claras Rajoy figura la de no negociar nada con ETA.
Jesús Domingo Martínez