Sr. Director:
Si algún eurointegrista le pregunta por qué vota NO sin haber leído la Constitución, puede responderle, con la mayor solvencia científica: porque, según la regla de Penrose y los índices de poder de Banzhaf, un ciudadano español vale en el Consejo mucho menos que los de Alemania, Francia, Letonia, Luxemburgo, etc., y no puedo avalar semejante déficit democrático.
Que para que yo vote la Constitución Europea me lo tengan que aconsejar los señores Gabilondo, Butragueño, Loquillo o Cruyff (¡Sólo falta Rappel!) es tomarme a mí, y a cualquier persona que se respete, por el pito del sereno. Como lo es que intenten convencerme de que Europa garantiza la unidad de España. ¿Francia y Letonia, verbigracia, son garantes de nuestra unidad? Para llegar a este grado de desprecio de la opinión pública, los políticos eurointegristas han tenido que basarse en que nadie ha leído la Constitución, lo cual es subsanable, deben creer, con una pedagogía para pardillos infantilizados.
Ahora bien, si se profundiza en el conocimiento de los políticos respecto a los fundamentos de lo que defienden nos encontramos con un abisal pozo de ignorancia. ¿Han oído hablar Zapatero y Rajoy del índice de poder de Banzhaf y de la regla SRL? A buen seguro que no y, sin embargo, son esenciales en relación con el poder de España dentro del Consejo de Ministros de la UE.
El principio básico de equirrepresentatividad impone que el voto de cada ciudadano europeo tenga el mismo peso, independientemente de su nacionalidad. Los sistemas de voto en el Consejo, basados en la regla de la doble mayoría 55-65 (como mínimo 55% de Estados que sumen al menos el 65% de la población) sugeridos por la Convención Europea, dan un excesivo poder a los países más poblados y a los menos poblados, perjudicando a países de rango intermedio (España, Polonia, Holanda, Portugal, Suecia, etc). Matemáticamente, se justifica con el modelo Impartial Anonymous Culture (IAC), que supone la emergencia de un sesgo en la decisión de los ciudadanos. En el modelo IAC la asignación de mandatos en el Consejo de Ministros es proporcional a la población de cada Estado (imagínense lo que sucederá cuando entre Turquía).
Estoy de acuerdo que el susodicho principio básico de igualdad es brutalmente violado en el sistema de voto del Tratado de Niza, tan favorable a España, pero también con el sistema 55-65, que nos perjudica: Europa nace con déficit democrático por cuanto el voto de un ciudadano español pesa menos que el de un francés o un lituano. Sin embargo, puede probarse matemáticamente que el principio de equirrepresentatividad se cumple rigurosamente, si el peso de cada Estado en el Consejo es proporcional no a la población sino a la raíz cuadrada de la población. Esto se conoce desde 1946 como la Regla de Penrose de la Raíz Cuadrada (Penrose's Square Root Law, SRL). La idea de dar a cada Estado europeo un número de votos en el Consejo proporcional, grosso modo, a la raíz cuadrada de su población reposa en la utilización de un modelo matemático de voto, teoría de juegos cooperativos, al que se asocia el índice de poder de Banzhaf. Desgraciadamente, tal sistema de voto fue propuesto por Suecia, en el año 2000, y rechazado.
Por tanto, querido lector, si algún eurointegrista le pregunta por qué vota NO sin haber leído la Constitución puede responderle, con la mayor solvencia científica, pues porque según la regla de Penrose y los índices de poder de Banzhaf un ciudadano español vale en el Consejo mucho menos que los de Alemania, Francia, Letonia, Luxemburgo, etc., y no puedo avalar semejante déficit democrático. Y, por supuesto, no es argumento decir que hay que votar sí porque los nacionalistas votan n ¿Si ellos sólo comieran pescado, nosotros deberíamos alimentarnos exclusivamente de cerdo?
Juan José R. Calaza