Dicho esto, creo que nos hemos instalado en la crisis permanente, un nuevo experimento mundial según el cual todo el mundo le debe dinero a alguien, todo el mundo trabaja a crédito, todo el mundo gana más de lo que ganan y se endeudan, todo el mundo está apalancando. Cuando digo todo el mundo, hablo de los países, los bancos, las empresas y las familias. Aquí todo el mundo utiliza el dinero de los demás.
Por lo demás, el poder político hoy en día consiste en el poder de emitir moneda. Las grandes potencias económicas son las que más deuda emiten, como al final, ni grandes ni chicos, pueden pagar la deuda asumida, deciden trasferir la deuda a la próxima generación. Cada niño que nace hoy en día no llega al mundo con un pan debajo del brazo sino con una hipoteca… y no me refiero a las hipotecas para comprar una casa.
Es lo que se llama burbuja especulativa y, para solucionarla, a los políticos y a los intermediarios financieros -los famosos mercados- lo único que se les ocurre es emitir más deuda. Deuda que ya no sirve para financiar inversiones públicas o privadas, ni tan siquiera para satisfacer prestaciones públicas, sino pagar deudas anteriores. Es decir, para refinanciar. Es como si a un enfermo de cáncer le introdujeran como terapia nuevas células cancerígenas.
Los culpables de la crisis no son los mercados: los mercados son el escenario donde se desarrolla el tumor. Los responsables de la crisis son los gobiernos -y su paralelo, los bancos centrales- que emiten deuda, en primer lugar, y los intermediarios financieros, no sólo bancos, sobre todo, fondos- que emiten moneda.
Por tanto, la única manera de salir de la crisis es pinchar la burbuja -proceso doloroso- y dejar de emitir moneda. Se necesita un pacto mundial para hinchar la burbuja, para dejar de crear dinero. El dinero no es sino un instrumento de cambio. Por tanto, no puede crecer por encima de la economía productiva.
Así funcionó el mundo hasta la supresión del patrón oro. No se emitía moneda que no estuviera respaldada por oro. No tiene por qué ser el muy noble metal -más duradero que noble- la referencia, puede ser lo que ustedes quieran, pero siempre que no se emita más dinero del necesario. Desde que se suprimió el patrón oro, y ya va para cuarenta años, el mundo vive en un espejismo económico, en el que el poderoso es aquel que posee capacidad para emitir dinero o para aglutinar el dinero de los demás: es decir, políticos e intermediarios financieros (no banqueros, que también hacen otras cosas y muy buenas).
Traducido, ese necesario pacto mundial significa que los gobiernos, sobre todo los gobiernos, no sólo no deben gastar más de lo que ingresan sino que deben ingresar más de lo que gastan. Lo primero para no seguir inflando la burbuja, lo segundo para pagar las deudas contraídas. Lo segundo, que hay que gravar fiscalmente toda actividad financiera especulativa, todo el mercado secundario, todas las titulizaciones, todos los instrumentos que nos han llevado a la ruina en nombre de la sagrada 'liquidez' del mercado.
¿Se va a producir eso? Pues, hombre, contemplando a Barack Obama, el primero que debería impulsar la vuelta a un patrón de referencia, hablando de la deuda como si se tratara de la madre Teresa de Calcuta e incitando a emitir más deuda para "crear puestos de trabajo" uno se teme lo peor.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com