Conmueve la libertad y la paternidad de este gigante del pensamiento, que es el hasta hace una semana, Papa Benedicto XVI, que desea un hombre con pleno vigor al timón de la barca, y que se ha retirado al menester más decisivo para la Iglesia, el de la oración.
Cierto es que durante su pontificado no han faltado heridas que han exigido su atención extenuante, desde los casos de pederastia a la escisión de los lefebvrianos o el desacato de los sacerdotes austriacos.
Ha sido parte de ese "humo de Satanás", infiltrado en la Iglesia, que denunció hace ya cuarenta años Pablo VI pero que se remonta a los primeros tiempos del cristianismo. Pienso que la guía del Papa emérito muestra el auténtico rostro de una Iglesia que no busca éxitos mundanos sino la santidad de sus miembros.
Jesús D Mez Madrid