La libídine es una ocupación muy lucrativa. Las chusmas lo conocen y se benefician de ello para engatusar a las jóvenes de otros terruños a las que aseguran un porvenir mejor en España, una faena, cédulas de residencia y oportunidades para poder trasladar, a nuestro país, a toda su estirpe.

Cuando arriban a tierras españolas, la gloria se torna en un auténtico tormento. Tienen que residir en un aposento reducido y acompañadas por otras mujeres, se les esconde el pasaporte y las divisas y son empujadas a la prostitución. La exportación de jóvenes para su aprovechamiento libidinoso aflige, anualmente, a más de 20.000 mozas según Ana María Uría, letrada de la Comisión de Extranjería del Colegio de Abogados.

La óptima escapatoria que les conviene consiste en desenmascarar su paradero ante las superioridades lo que, de acuerdo con la Ley de Extranjería, les habilitaría para lograr un visado de residencia a pesar de que pese sobre ellas un mandato de confinamiento. Pero, las víctimas, no averiguan sus derechos, en muchos casos no conocen nuestra lengua.

Ana María Uría, insistió en la obligación de corregir la Ley de Extranjería: Su único objetivo es la lucha contra la inmigración irregular, no la protección de las víctimas y no se ajusta a las peculiaridades de la trata ni a las particulares condiciones de las víctimas.

Es necesario salvar la intimidad y la dignidad de las mujeres explotadas sexualmente por las mafias porque, el ser humano, es algo más que un simple objeto de deseo. Los sentidos, el cuerpo de la mujer, no  pueden ser utilizados como un rompecabezas cuya iconografía sexual se utiliza para relacionar el objeto de deseo sexual con el objeto de necesidad lasciva.

Clemente Ferrer Roselló

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