El Papa recupera el sentido de la palabra amor. Lo dice Alfa y Omega, el suplemento del diario ABC, y realmente es un titular de lo más afortunado. Conste que he leído la encíclica Deus Caritas est, primera de Benedicto XVI, en diagonal y que espero hacer una segunda lectura, pero creo que es una frase constituye un excelente resumen. Curioso, el Papa simpático y místico, Juan Pablo II, escribía cosas como Fe y Razón o el Esplendor de la Verdad, probablemente sobre todo el segundo- dos de los mejores textos de la filosofía contemporánea, tan demacrada ella. Por contra, el tópico decía que le sucedía el Papa intelectual, el inflexible Ratzinger y su primera encíclica es para hablarnos del algo tan poco intelectual, y mucho más importante que la cultura, que es el amor.
Pues bien, estoy emocionado de cómo han interpretado los medios el primer texto papal. Por ejemplo, cierta locutora de Tele 5, ese canal de televisión que constituye la meca de la Metafísica, nos informó como resumen del texto : que las relaciones sexuales fuera del matrimonio degradan al hombre. He aquí a un medio que ha profundizado en el texto. Me recuerda a un amigo mío, profesor de narrativa cinematográfica en una universidad española. Un día ordenó a sus alumnos que escribieran un miniguión cinematográfico contando una historia de amor. Su sorpresa fue grande cuando todos ellos, sin excepción, situaron como escenario de su historia el tálamo. Para ellos, el amor eso que se hace en el catre.
Quizás otra locutora, otro canal de TV, en este caso Telemadrid, ese más pepero que socialista, nos informaba que Benedicto XVI, en esta encíclica, también hablaba del amor espiritual, y un tercer canal nos habló del amor clerical es decir de la caridad, a la que hacía referencia Benedicto XVI.
Por último, otro locutor nos informó de que el Papa hizo referencia al amor espiritual. Me pareció percibir en su cara una sensación de extrañeza: Amor espiritual, qué cosas más raras se les ocurren a los papas.
¿No es genial? Este público, presuntamente culto e informado, que constituimos los perdidositas, todavía no sabemos unas cuantas cosas:
1. Que el amor es amor, y luego viene el apellido : espiritual, erótico etc. Lo que no existe es amor clerical y amor laical, aunque Rodríguez Zapatero se empeñe en ello.
2. Que el amor no es otra cosa que entrega, donación de uno mismo, y que la entrega y el compromiso se puede dar, no sólo con el objetivo de la cama, sino ente el hombre y Dios, entre padre e hijo, entre amigos, etc. ¿Gran descubrimiento, verdad?
3. Existe un amor que comporta, además, relación sexual. Es el amor erótico, de hombre y mujer, sea en un matrimonio católico, musulmán, ateo o mediopensionista: el sexo sin amor es lo que hacen los perritos, que por instinto saben que deben ayuntarse y tener cachorros. Pero los seres libres le dan otra dimensión al sexo, más elevada. Y si corrompen esa dimensión, claro que se degradan, y como la corrupción de lo mejor es lo peor, no sólo se olvidan de la entrega, sino también de al procreación. El perro, al menos, no se olvida de lo segundo.
Al final, el Papa intelectual ha pasado por el atajo : no quiere hablar de fe, eso ya lo ha hecho muchas veces antes de ocupar la silla de Pedro, tampoco quiere hablar de teología, porque los debates son eternos, y los prejuicios suelen desvirtuarlos. Simplemente, Ratzinger ha ido al corazón (a una víscera, se lo aseguro, de lo más racional). Debe de estar cansado de enseñar y ahora quiere mostrar. Sabe que a los hombres se les convence mejor con miel que con hiel, y sabe que lo que el corazón humano espera no es una doctrina sólida, coherente, que responda a sus grandes preguntas vitales. Eso está muy bien, pero ante todo, lo que desea es ser amado, y una doctrina que responda a su ansia de felicidad. La Fe es muy importante, pero también la Esperanza, y, sobretodo, la Caridad.
Con Dios es amor, Benedicto XVI aplica aquella vieja máxima de que No se trata hablar de Dios, sino de hablar con Dios. Para mí que ha dado en el clavo, pero tengo que leérmela más veces. La primera lectura puede resultar insuficiente, cuando no equívoca.
Eulogio López