Las cadenas de televisión son una ventana abierta al mundo desde las distintas perspectivas que animan sus respectivos proyectos informativos.
Se invitó a todos los países a impulsar eventos televisivos centrados en causas como la paz, el progreso económico y social, la seguridad y la coexistencia entre mortales de heterogéneas culturas. De este modo se impulsará una televisión que, además de distraer, impulse una cultura de paz, seguridad y desarrollo.
Sin embargo la violencia, la cruda morbosidad y el sexo, se han convertido en los pilares de no pocos programas televisivos. La competitividad no se ha basado en una programación seria y responsable, sino en la atracción del público con unos contenidos banales y groseros, que están en la frontera de lo éticamente permisible. En la telebasura se busca el crecimiento de la audiencia a través de la provocación de los instintos, las pasiones y los sentimientos del telespectador.
Es necesario que se pongan los medios pertinentes ante la epidemia de vulgaridad y erotismo que inunda la pequeña pantalla y que sólo consigue degradar al telespectador. Urge eliminar de las parrillas todas las series violentas, insolentes y eróticas, que pueden ofuscar a los chiquillos que, ante semejantes aberraciones, pueden terminar enmarañados o trastornados. No se puede consentir que se produzca la aseveración de Lope de Vega: Si el vulgo es necio, es justo hablarle en necio, para darle gusto.
Clemente Ferrer
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