No se lo pierdan. Dimite la ministra sueca de Exteriores, Laila Freivalds, tras la oleada de críticas recibidas por el cierre de una web de extrema derecha que publicó las caricaturas de Mahoma.
Esto de ser caritativo con quien nos produce temor es poco virtuoso. La señora Freivals tenía que haber mostrado el mismo interés en cerrar medios que masacran los sentimientos de los católicos. Por ejemplo, a Polanco no le ha ocurrido nada por cocinar un crucifijo en su tele, Canal Plus, hoy Cuatro. Los socialistas, por su parte, no dijeron esta boca es mía para afear la conducta de su amo y señor, pero sí hablaron cuando la caricaturas de Mahoma, que como ofensa a los creyentes no deja de ser una cuestión absolutamente menor.
Habrá que repetir que la libertad de expresión es una maravilla, así como su apartado, la libertad de prensa, pero que no existe la libertad de injuriar, y que la pluma pude resultar tan violenta como la espada: es más, puede hacer más daño. El límite de la libertad de prensa está, precisamente, en la injuria. Y si en ocasiones es difícil determinar dónde termina la injuria y donde empieza la susceptibilidad, eso no agota el principio : no existe la libertad de injuriar; lo que existe es la del derecho a no ser ofendido por unas creencias religiosas.
Lo cierto es que Occidente vive como en el siglo XII, cuando Francisco de Asís vino a librar a la vieja Europa de la tenaza exterior o interior: el ataque del Islam desde fuera y el más duro ataque de los valdenses, o cosmovisión del pesimismo, desde dentro. Entre una Europa que teme al Islam y que al mismo tiempo no tiene ninguna idea que oponerle, ya se sabe cuál va a ser el resultado.