La noticia nos deja, a muchos, estupefactos: el heredero de la gran multinacional multimillonaria de la Fifa, Joseph Blatter, ha sentenciado: cualquier manifestación religiosa debe quedar fuera del fútbol, por lo que los jugadores no podrán ni santiguarse ni mostrar su fe en la camiseta.
Así de claro: Dios excluido de los Mundiales. Lo disculpa su portavoz, Andreas Herren: es para no incitar a la violencia. Pero, ¿cuándo ha habido violencia en los estadios por símbolos religiosos? ¿Cuál es la verdadera causa de esa imposición de la FIFA contra los creyentes, cristianos musulmanes, hindúes? Se trata de un ataque frontal a los derechos humanos.
¿Conoce, la FIFA, el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia Tal vez, el alma de quien decide, en la FIFA, esté vacía y, por ello, no comprenda la fortaleza y el consuelo que da, al hombre, la señal de la cruz, una medalla al cuello o el nombre de Jesús pronunciado con amor.
La contradicción está servida, y sectores cristianos no católicos del Brasil, preguntan: ¿por qué hacer que se sancione mostrar la fe y, sin embargo, no se prohíba la publicidad de empresas que emplean mano de obra esclava? o, como dicen otros, ¿cómo la FIFA permite que empresas que venden productos no exactamente sanos y nutritivos patrocinen el mayor espectáculo deportivo mundial?. Gustavo Godínez Vargas, afirma: sería irresponsable decir que algo que siempre ha estado allí las manifestaciones religiosas- sean las culpables de la violencia en este deporte. Además, como señala Carlos Sadoval, experto en Sociología moderna, la religión sería un modo de colocar límites para que el éxito no desborde a los jugadores, la mayoría de ellos con 20 años o poco más.
Josefa Romo Garlito