Hay muchos ciudadanos que este año no podrán disfrutar de vacaciones, pero los que tengan esta oportunidad, recordemos que, el descanso no consiste simplemente en cambiar de tarea.
Este tiempo de descanso, que sirve a muchos para estrechar los lazos familiares y de amistad, es propicio para la visita a otros lugares y para el encuentro fecundo con realidades menos conocidas para nosotros. Hemos tenido muchas veces la experiencia de que conocer, encontrar y compartir nuestra vida en este contexto vacacional que nos permite después recuperar el camino de la cotidianeidad con mayores fuerzas y con un espíritu renovado.
Siempre he entendido el descanso como apartamiento de lo contingente diario, nunca como días de ocio. Descanso significa represar: acopiar fuerzas, ideales, planes... En pocas palabras: cambiar de ocupación, para volver después -con nuevos bríos- al quehacer habitual. San Josemaría, Surco, n. 514.
El verano de la vida puede convertirse en el invierno del alma, si decidimos tomarnos vacaciones en la fe; o por el contrario podemos llegar a septiembre renovados, si aprovechamos los días de descanso para profundizar en la oración, la formación y los sacramentos.
Es una lástima que no todos entiendan esto o al menos que no lo apliquen.
María Muñoz