Estamos llenos de humanitaristas y filántropos, lo que quiere decir que cualquier desgracia apocalíptica puede caer sobre nosotros, inermes ante la amenaza.
Además, la panoplia vigente de altruismos es muy extensa. Tenemos, por ejemplo, el humanitarismo financiero. Verbigracia, Ted Turner, creador de la CNN, quien ha dimitido como vicepresidente del primer consorcio mundial de telecomunicaciones para dedicarse "a la filantropía". Lo malo es que la filantropía es un término bastante equívoco.
Como creador de la CNN y luego como primer accionista de AOL-Time Warner, la mayor fábrica de ideas (a veces buenas ideas, pero rara vez ideas buenas), Turner se ha encargado de pergeñar un ideario internacionalista, bien visible en sus corbatas, de refulgente colorido, no apto para ojos delicados, en las que exhibe todas las banderas del mundo mundial. O sea, como un anuncio de Coca-Cola, pero en forma de editor responsable.
Ted Turner, especialmente durante su matrimonio con Jane Fonda (como dicen los islámicos: nosotros practicamos el matrimonio simultáneo, pero ustedes, los occidentales, han caído en el matrimonio sucesivo), se convirtió, y convirtió a la CNN, en punta de lanza del imperialismo demográfico. En las pantallas del más famoso canal de TV del mundo, la salud reproductiva (que ni es salud, ni es reproductiva) encontró dulce acogida y Jane Fonda, con esa exquisitez que caracteriza a los progres de visón y armiño, se plantó en la Conferencia de El Cairo para advertir a los navegantes: "¿Verdad que no volveremos a discutir sobre el aborto?". Con lo que venía a decir: el aborto es algo indiscutible y pobre de aquel país que coarte el derecho al aborto. Del aborto libre al aborto obligatorio. Naturalmente, la fundación Turner, como Microsoft, como Ford, como HP, y demás ricos filantrópicos, financian la contracepción en el mundo. Pura longanimidad.
De hecho, no hay millonario en el mundo, especialmente en el mundo financiero anglosajón, que no haya sufrido un acceso virulento de filantropía.
Pero el altruismo universal presenta otras muchas caras. Por ejemplo, el humanitarismo solidario de los clubes rotarios, tan preocupados por la humanidad que apenas les importa el hombre, están muy activos en España, y prometo que en la próxima edición hablaré pormenorizadamente de ellos. El Rotary Club es un éxito en el mundo actual. Un humanitarismo sin Dios, o con un Dios tan vaporoso, que, antes que después, provoca una pregunta tan lógica como lacerante: ¿Por qué debo molestarme por los demás si la vida no es sino un trágico azar en la que todos estamos condenados a la nada?
Luego está el humanitarismo ecológico. Como recordaba Chesterton, en esta vida sólo hay dos opciones: o cristianismo o panteísmo. Pues bien, nuestros humanitarios ecologistas practican el panteísmo. La madre tierra, que siempre se comporta como madastra cruel, debe ser protegida y mimada, al igual que todas sus especies, con la excepción de la especie humana, que es enemigo de todas ellas. En España, tras el hundimiento del Prestige, el humanitarismo ecologista causa furor. Por cierto, todo el generoso voluntariado se ha quedado, dos meses después del siniestro, en la labor de los militares allí destinados... y no voluntariamente. En definitiva, la filantropía ecologista es la filantropía Al Gore.
Más: tenemos el humanitarismo estético. Por ejemplo, el escritor Antonio Gala ha creado una Fundación para jóvenes valores: pintores, escritores y otras hierbas. Incluso afirma que pondrá en común sus obras con los miembros de tan singular academia. Gala ha calificado el recinto como "comunidad pitagórica". Desconozco si todas las promesas del Parnaso que se cuecen en horno tan singular se sentarán alrededor de la mesa, observarán durante un tiempo los sabrosísimos manjares colocados ante sus pupilas gustativas y luego se levantarán de la mesa sin probar bocado, como hacían los pitagóricos. También desconozco si se exige la creencia en la metempsicosis, como reencarnación de los seres, pero me temo que no. En cualquier caso, prejuzgo que en la susodicha Fundación Gala se respirará un ambiente más triste que el de los restaurantes vegetarianos.
Y, naturalmente, nos queda la filantropía Porto Alegre: la de las ONG´s, las más genérica, la más extendida, la más universal. También es la más eficaz de todas, porque es filantropía presupuestaria, es decir, con cargo a los presupuestos públicos, por lo que exhibe una generosidad sencillamente inagotable. ¿Qué sería del sector turístico y de las compañías aéreas si no existieran ONG´s?
Naturalmente que la solidaridad es algo buenísimo, como lo es el arte, la ecología, y la globalización. Pero este humanitarismo de ricos siempre resulta sospechoso. Por de pronto, nunca es discreto, y vive obsesionado por le éxito.
Ted Turner quiere convertir su filantropía en un nuevo espectáculo televisado, mientras los rotarios exigen líderes para llevar a cabo su humanitario proyecto. Y tampoco se trata de una solidaridad perseverante. Más bien se mueve a ritmo de espasmos mediáticos. Es la filantropía de la fama, gloria efímera por la que tantos suspiran. Ya se sabe que el drama del mundo moderno es que todo el mundo quiere estar en el escenario y nadie en la platea, y que hay más autores que lectores. Por ejemplo, ahora mismo, en las costas gallegas sólo quedan los militares. Los voluntarios ya se llevaron con ellos la gloria de la fama: diez segundos en televisión. Otros filántropos, como mister Turner, tienen otras aspiraciones: la hemorragia de placer que produce estar en el secreto, en el reducido cenáculo que toma las decisiones y que soluciona los problemas del universo, en compañía con los de mi "clase".
Del filántropo puede decirse aquello de Clive S. Lewis sobre el altruismo de algunas mujeres victorianas: "Es una mujer que se desvive por los demás. Siempre puedes distinguir a ‘los demás' por su expresión de acosados".
¡Dios nos libre de los filántropos y altruistas del mundo! Y son tan poderosos y tan obsesivos que sólo Él puede hacerlo.
Eulogio López