Discurso políticamente correcto (leer o ver discurso íntegro) el pronunciado por SM Juan Carlos I con motivo de las navidades. El negro que redactó el texto el único discurso anual responsabilidad del propio monarca, sin intervención censora del Gobierno- hizo verdaderos equilibrios de estilo para evitar cualquier referencia religiosa. A fin de cuentas, como ya hemos dicho, lo único que se celebra en Navidad es el cumpleaños del Hijo de Dios hecho hombre, motivo por el cual el Monarca se dirige a su pueblo y todas las televisiones del país, salvo la nacionalista vasca, claro, emiten el mismo discurso a la misma hora. O sea, nada que ver con lo religioso.

Su Majestad mencionó la expresión este discurso de Nochebuena, lo que puede entenderse como el discurso que se recita porque es Nochebuena o el discurso que coincide con cierta festividad de cierta iglesia. Con un poco de suerte, en breve escucharemos al monarca referirse al Solsticio de Invierno.

En el mismo párrafo, insisto, las seis primeras líneas. El Rey habla de Fiestas Navideñas, se supone que para enmarcar el mensaje. Fiestas navideñas se aleja de cualquier significado católico -¡Qué horror! Por ejemplo, a George Bush le han puesto de chupa de domine por desear unas felices fiestas, en lugar de una Feliz Navidad, dado que la expresión inglesa incluye el nombre de Cristo en el popular Merry Christmas. Literalmente, lo que los ingleses dicen es Feliz Misa de Cristo (Christe maesse), en una acepción tomada del latín, que no en vano el Calvario comenzó con la Natividad.

Por último, muy fino el pregonero, Su Majestad cierra con mis mejores deseos de paz, felicidad y prosperidad para estas Fiestas y el Nuevo Año 2006, algo que ni el mismísimo Juan Luis Cebrián le reprocharía. A Bush le han masacrado bien masacrado, sí señor- por hablar de felices fiestas, en lugar del tradicional Merry Christmas, en un país donde los católicos no llegan a la tercera parte de la población aunque los cristianos casi rocen el 100 por 100-. Aquí, no obstante, no reparamos en ese tipo de tonterías, sino en la moderación solicitada por el Jefe del Estado y por sus apelaciones al marco constitucional. Porque en la España oficial Dios importa poco, pero el Estatut o sea, justo al revés de lo que ocurre en la España real, ya sea para amar a Cristo o para blasfemar su nombre.

Es decir, estamos en lo del editorial de El País, del lunes 26 de diciembre, donde podemos leer una pieza antológica de la progresía actual, una de esas frases subordinadas escritas para ser grabadas en bronce e integrarse en el estupidiario social: Los mensajes del Rey no suelen ser, a pesar del carácter familiar de estas fechas, piezas meramente retóricas. No sé si lo cogen, porque las chorradas de grueso calibre se resisten a ser detectadas por las mentes sensibles, que más bien las bloquean: si se trata de fiestas familiares de religión ni hablamos, como en el chiste-, estamos en el terreno de la retórica, la insipidez, la superficialidad, las cosas del pueblo. La gente importante, por ejemplo Janli y el Rey, hablan del Estatut. Lo que indigna, a favor o en contra, es lo de menos, mientras no hablen ni de Dios ni de cuestiones tan retóricas como la familia, estamos entre intelectuales. Por eso resulta especialmente significativo el discurso de Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus el pasado lunes. Benedicto XVI afirmó Ser cristiano hoy en algunos países requiere el heroísmo de los mártires, pero, al parecer no se refería a China o al mundo islámico. Es mas, recordó que vivir el Evangelio también es un riesgo incluso donde no hay persecución activa. Unas palabras que no dejan de recordar la frase de su predecesor, Juan Pablo II: El martirio de hoy es la coherencia.

Eulogio López