Disfrazarse es propio de almas jóvenes, una actividad muy divertida. Ahora bien, el Carnaval, especialmente el carnaval actual, no consiste en disfrazarse sino en ocultarse. Uno de los males de la sociedad actual consiste, precisamente, en la cobardía del anonimato, que se ha convertido en la parte más desagradable de la por lo demás estupenda red Internet. En suma, que me gustaría mucho más el carnaval que no oculta el rostro. Por lo demás, los disfraces son estupendos. Toda liturgia comenzó con un disfraz.
Ocultar los rostros, o simplemente la identidad, no sólo es cobarde, sino hortera. El colmo de la horterada carnavalesca son los ‘drag queen', a los que la TV de Zapatero tanto tiempo está dedicando. Ahora mismo, la cultura media española sabe más de la majadería de vestirse de mujer que del Miércoles de Ceniza, con el que comienza la Cuaresma cristiana.
La cuaresma no es triste, como no lo es la confusión. Cuaresma no es más que tiempo dedicado ala penitencia, es decir, y anda hay más liberador que el sentirse perdonado. Han sido muchos los escritores y penadores agnósticos que suspiraban por la confesión católica. Pero la modernidad, que es muy suya, ha renunciado a la penitencia a costa de renunciar al sentido de culpa. Pablo VI decía que "el pecado del siglo XX es la pérdida del sentido del pecado". No es el sentimiento de culpa lo que atenaza al hombre, porque es un sentimiento que responde a una realidad. Lo que atenaza al hombre es no poder liberarse de esa culpa, es decir del pecado: para eso está la cuaresma, la historia misma de la redención. De triste tiene poco.
Y es que el hombre sólo se realiza cuando es consciente de sí mismo, también de su maldad. De otra forma, la persona vive en la irrealidad, y la irrealidad es un paraje tristón, abúlico. El hombre necesita darle un sentido a su vida, pero a su vida real. También en el siglo XX, el psicólogo Víctor Frankl creó la logoterapia, es decir, la cura de las enfermedades mentales, especialmente de la depresión –la pandemia más extendida en el mundo actual- intentando que el paciente dé un sentido a su vida. Ahora bien, no puede tratarse de un sentido falso: y la verdad de la vida conlleva que el hombre es libre, y que a veces practica el bien y otras no tanto. Créame: la confesión es el mejor camino más recto hacia la felicidad. El sentimiento de culpa no desaparece ignorándolo, sino conjurándolo en el arrepentimiento.
El dirigente socialista español durante la II República, Indalecio Prieto, confesaba que lo que más le aterraba era "un requeté recién comulgado". Los requetés tenían la precaución de confesar sus pecados antes de comulgar, y con ambos sacramentos de por medio no le tiene ningún miedo al mundo. Pues eso es la Cuaresma, que comienza el miércoles 21.
Eulogio López