Con extraordinario alivio leo que tres militares han sido absueltos por la muerte de un embrión de águila imperial en la sierra madrileña, en concreto en Hoyo de Manzanares. Como sabe toda aquella persona con un mínimo sensibilidad, la Asociación para la Defensa de la Naturaleza, constituida en acusación particular, solicitaba para los tres militares 2 años de prisión o una multa de 7.300 euros.
Los tres militares, se supone que acompañados de otros, realizaron unas maniobras demasiado cerca del nido del águila imperial, por lo que la pareja de progenitores, o sea papá águila y mamá águila, abandonaron el nido, dejaron de cumplir sus sagrados deberes como incubadores de huevos, y el embrión de águila pereció. La sentencia lo explica mucho mejor que yo. Ojo al dato : No consta acreditada una relación de causalidad entre las maniobras militares realizadas durante los días del 8 al 12 de abril de 2002 y la muerte del embrión por falta de incubación. ¡Esto es vital: los militares no serán condenados a penas de cárcel, no porque el delito de matar a un embrión de águila no sea merecedor de tal castigo, sino porque no ha podido demostrarse su culpabilidad.
El juicio ha contado con todas las garantías, que conste. Por ejemplo, al cadáver, el del águila, se le ha hecho un necropsia, la veterinaria que ha declarado en el juicio ha podido aseverar que unas molestias, el ruido de los disparos, o lo que es peor, los aullidos del cabo furriel, no podrían haberle ocasionado la muerte al pobre bicho. Al parecer no es tan delicado.
El diario El País (lunes 17 de diciembre) nos relata el hecho sin la menor muestra de humor. No hay para reír. En España se ha proporcionado a prestigiosos científicos (PCs) varios miles de embriones humanos.
Y por cierto, los peritos del embrión de águila imperial ibérica en ningún momento han hablado de pre-embrión. Al parecer, el preembrionario es un estado específico del ser humano, especificidad que no deja de resultar útil para poder cargarse embriones sobrantes, producto de la fecundación in vitro. Pero los embriones humanos pueden utilizarse como cobayas sin reparo alguno, entre otras cosas porque hay muchos lo que no ocurre con el embrión de águila imperial ibérica, que es un objeto preciosísima, y al que nadie se le ocurriría negar su condición de águila. El asunto no admite parangón.
En el entretanto, la televisión pública, es decir, la de Zapatero, nos ha informado a todos los españoles de que los norteamericanos del MIT han ideado un método para crear células madre sin destruir embriones. El método es una chuminada y ni merece la pean detenerse en ello, pero la simpática corresponsal de RTVE que nos hablaba de los reparos políticos y religiosos, así como de la pesadísima oposición de los grupos pro-vida al desarrollo de células madre embrionarias, parecía olvidar que fabricar células-madre puede hacerse, y se hace, sin destruir embriones y sin necesidad de las estupendas investigaciones del MIT. Y también se le olvidó decir que estas células madre adultas son las únicas que habían curado enfermedades, mientras que la destrucción de embriones no ha curado ni un resfriado, aunque eso sí, ahora se sospecha que puede producir tumores cancerígenos.
En cualquier caso, aquí lo que importa es que el embrión de águila imperial ibérica y de los militares salvajes que, por esta vez -ojo, sólo por esta vez-, se han librado del trullo que se merecían por su maldad sin fisuras. A fin de cuentas, los embriones humanos no están en peligro de extinción y, además, si los dejas crecer luego van y se meten a militares.
Que las campanas doblen por el embrión de águila imperial ibérica y de paso por la salud mental de la esta generación.
Eulogio López